24/11/08


Miraba, como un almendro desangrado sobre tierra negra, sin mover los labios. Yo quería quererla, desde su costado de ciervo, pero no había dejado de ser un animal herido.

20/11/08


mentiras
el tiempo todo lo cura
-decían-
todo, todo,
menos la estupidez

19/11/08


AUTOBIO


Nací con el don
de destrozarme.

18/11/08


Solíamos vernos en una placita escondida unas calles más allá de mi casa. Eran citas, porque lo eran, pero no las llamábamos así. Las llamábamos “quizá nos vemos esta tarde” o “hasta mañana”. Luego, cuando en invierno caía la noche, entre las siete y las ocho y media, acudíamos a nuestra plaza sin decirnos nada. Volví muchas noches a casa con el corazón desolado de gorrión tiritando de frío porque no habías aparecido, y por no querer llevar abrigo para que contemplases mis nuevas caderas, mi pecho incipiente bajo la camiseta masculina, mi cintura pequeña. Recuerdo que cuanto más emocionada estaba por verte, más alta era la posibilidad de que no estuvieses esperándome sentado, entretenido en cualquier cosa. Entonces yo tenía la opción de ir a casa de un amigo como excusa personal frente al desánimo, pero seguía esperando porque no existían los teléfonos móviles, ni los hubiésemos usado. Nos gustaba encontrarnos allí, sintiendo las manos de témpano acurrucadas en los bolsillos, el rostro terso de frío. No nos importaba que diluviase, entonces tú llevabas un paraguas y yo había llegado corriendo, me esperabas con tu chándal azul –ese que ahora me pongo cuando voy a tu casa y que no quieres regalarme- debajo del balcón de algún vecino y nos pegábamos a las cocheras para poder hablarnos, muy bajito, al oído. Si yo tenía suerte me abrigabas con un roce o me apartabas un mechón de la frente arrancando dos rosetones rojos acalorados en mis mejillas. Y tus ojos eran azul, pero no los conocía. Había días en los que yo estaba cansada y luchaba contigo para destrozar todos los buenos momentos del día, días en los que me dejaba vencer por ti y me llevabas a tu terreno de risas, días en los que volvía a casa con los ojos llenos de lágrimas o sonriendo como una tonta para escribir cartas contando mis nuevas conquistas. Nada importaba ya. Nos veríamos de nuevo, en un pasillo del instituto, cruzaríamos miradas, más adelante besos, y volveríamos a despedirnos, suplicando un “quizá nos vemos, hasta mañana”.

15/11/08




-¿Has escrito algo sobre nuestra última conversación?

-No, lo siento. No he tenido tiempo.

-Me gusta leer sobre mí.

-Lo intuía.

12/11/08


-¿He cambiado mucho? –dijo recuperando para nosotros el tiempo. Su silueta se recortaba como un haz de luz en mi ventana. ¿Había cambiado en algo? ¿Había yo cambiado en algo? Lo contemplé intentando adivinar sus ojos. Eran más oscuros.
-Tu mirada es diferente –concedí intentando restarle importancia.
-¿Por qué? –Peter nunca se había conformado con respuestas sencillas, siempre había tenido sed de más. Me reí complacida.
-No lo sé, es una sensación abstracta… -medité en voz alta mientras evitaba centrar mi mirada en él-. Supongo que hay una profundidad diferente, como si fueses capaz de comprender más cosas.
A Peter le encanta oír a los demás hablando de él. Sonrió ampliamente y se llevó las manos a la cintura, con gallardía.
-Así que, según dices –se regodeó contemplando su sombra-, mi mirada es la de alguien más maduro, la de alguien capaz de comprender el mundo… Me gusta comprender el mundo.
Suspiré aliviada porque mi respuesta había sido suficiente para él. Mirar a Peter, sentado en su rincón, me hacía mirar hacia mí misma, descubrir cambios en el niño eterno era aceptar que yo también había cambiado.
-¿Y yo, Peter, estoy más vieja? –reí con un nudo en el estómago y encaré la imagen que me devolvía el cristal entreabierto de la ventana.
Peter adoptó ese gesto tan característico de gran meditador, de persona importante. Jugó un rato a no mirarme y después posó sus ojos oscuros en mí. Un escalofrío me recorrió la columna. ¿Y yo, Peter? Pensé de nuevo.
-La primera vez que te vi tenías un aire ausente, tus ojos eran tristes –comenzó a murmurar como en secreto-, estabas buscando algo.
Me encogí como una niña y bajé la mirada.
-Y lo encontraste –señaló sonriente y voló fuera de la habitación con elegancia-. Encontraste nuestro Nunca Jamás –su mano diminuta señalaba el infinito y mi corazón de gorrión estaba a punto de desbocarse-. Después tuviste que marcharte, ¿lo recuerdas? Y tus ojos volvieron a ser tristes.
Peter volvió a sentarse en la ventana. Sonreí con amargura, quería preguntar por mis ojos de ahora, pero me daba vértigo conocer sus respuestas. Los niños siempre dicen la verdad.
-No estás más vieja –rió confundiendo mi gesto-. Has cambiado. ¡Eres más fuerte!
Lo acompañé en su carcajada. Ojalá tuviese razón. Peter me miró divertido y, levantando la barbilla desafiante me dijo:
-¿Te acuerdas de nuestros juegos?
-Si soy incapaz de recordarlos, ¿me odiarás para siempre? –musité disgustada. Nunca he tenido buena memoria, pero odio olvidarme del tiempo que le dediqué. Al contrario que en el cuento, él parecía acordarse de todo.
-¡Pero si yo era el mejor en todos los juegos que inventabas! –se quejó dando un salto.
Nos miramos en silencio. ¿Quién eres, Peter? Quise preguntar, y él quizá pensaba: “¿quién es usted?”. Me recogí en mi vestido, de pronto un aire frío se arrastraba desde la ventana hasta mis tobillos haciéndome estremecer. Peter salió a la noche, envuelto por la oscuridad, y revoloteó nervioso ante mi ventana. Volvía sus dulces ojos continuamente a las estrellas. Yo lo sabía, se nos estaba acabando el tiempo.
-¿Vas a venir a la limpieza de primavera? –suplicó oculto por las sombras de la calle. Su voz era un reclamo, un fantasma inexistente.
-Ya no sé volar –confesé ahogada y su grito se agitó como las cortinas, degarrándome.

11/11/08


claudico
no me puedo obligar
a dejar de pensarte
la boca me sabe a nosotros

10/11/08


Curiosidad de araña
por tus rincones prohibidos
manchándome las manos de abandono.

9/11/08


-Éste es el mejor momento del día -dijo.

-De la semana -puntualizó.

6/11/08


Ven, quítate de encima todos esos años, todo lo que crees que has aprendido. Desnuda tu hombro derecho de la duda, del saber, del mirar con ojos de adulto. Ven. Relaja de tu oreja el runrún de las conversaciones inteligentes, el tictac de las palabras elevadas. Olvídate del monedero. Olvídate de que vas a morir. Ven. Deja en el pasillo los guantes de escritor, de hacer la compra, de cuadrar las cuentas. Desaloja de tu pecho el andar decidido, el parecer importante, el parecer simplemente lo que pareces desde que sales de la ducha a enfrentarte al mundo que dices que comprendes. Olvídate de que comprendes. Olvídate de comprender. Ven. Arroja esos pesados zapatos a una esquina de la casa, o mejor por la ventana a ver si arruinas un peinado, esos zapatos de pisar lo que nace y no dejas brotar, dentro de ti, todos los días. Abandona al jardinero, al oficinista, abandona al pirata, al señor de voz ronca, abandona al analista, al que lo razona todo, al lector hasta las tantas, al artista acongojado, al dios que fuiste. Ven. Ve dejándolos a todos en la puerta. Olvídate ellos. Olvídate de ti.



Así te quiero.

5/11/08


La lluvia golpea mi paraguas haciendo espejos mientras tarareo una canción de Sinatra. Siempre que llueve canta Sinatra en mi cabeza y recuerdo la voz del actor inglés haciendo de judío en el Mercader de Venecia mientras el impermeable se me pegaba a las manos. Llueve casi con pereza de manta, constantemente, acariciando el mundo. Y yo paseo. Paseo para cumplir recados cualquiera, tropezar con un libro en un escaparate, observar unas botas de agua nuevas, comprar gominolas para comer por las tardes. Paseo y llueve. Hasta que deja de llover. Entonces el vaho me crea una niebla gris sobre los ojos cuando doblo las esquinas, y en Alcalá la Mota es presa del misterio y de la luz. Los pájaros se mueven como bailarinas recorriendo los tejados de las casas altas, robándome los pies y la mirada. Vienen. Van. Van. Sobrecogen. Me siento ligera y pesada, alma de gorrión y de avispa. Chapoteo en un reflejo antes de volver a casa, no sé si decidida.

4/11/08




Cuando estaba a punto de irme a dormir, Peter vino a mi ventana enfadado como nunca porque me había olvidado de él. Ni siquiera lo había llamado para la limpieza de primavera... Se sentó en el alfeizar y me pidió una historia nueva. Entonces yo le hablé de mi felicidad y de lo que me acordaba de él viendo a mis alumnos, tan parecidos a él. Cuando escuchó la palabra alumnos abrió sus preciosos ojos como platos.
-¿Por qué tienes alumnos, Wendy? -preguntó con su vocecita dulce.
-Porque soy profesora... en un instituto... -murmuré y él saltó volando hacia lo alto hasta darse contra el quicio del ventanal.
-¡No! ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? -me exigió con rostro desencajado.
-Me he hecho mayor, Peter -sonreí evocando el cuento.

Peter volvió a sentarse lentamente y apretó la boca con gesto de pensar. Llevaba el flequillo más largo y le caía con desenfado sobre los ojos. Al final, sin levantar la vista del suelo, volvió a hablarme:
-Yo también me he hecho mayor, ¿sabes? -me confesó con culpabilidad-. Pero intento no olvidarme del niño que fui cuando me conociste.
-Nunca puedes dejar de ser el niño que eras, Peter, ¿o vas a convertirte en pirata? -exclamé entre aterrada y divertida.
-¡Jamás seré un pirata! -sentenció clavando una fría mirada en mí.
Guardamos los dos silencio, quizá recordando cómo fue todo, cómo fue ese pasar por nuestras vidas con aleteo de hada y revolucionar un poco el sentido del mundo, conseguir que algún reloj se detuviese para dejarnos soñar. Me di cuenta de lo lejos que me quedaba todo ya y recordé lo importante que había sido encontrarlo para mí y para mi novela.
-Siempre volveré para salvarte de Garfio -me dijo antes de despedirse- y para sentarme en tu ventana.

30/10/08


No sabía querer sin darlo todo y se quedó sin nada. Nadie lo supo querer como él quería. Fueron cuatro zapatazos, una puerta en las narices y agujeros en los bolsillos. Después sólo penas y deudas. Hipotecado hasta en el alma. Cuando yo lo conocí, cruzaba las calles sin mirar y no se ataba los cordones, por si acaso. Era un frasco vacío rondando los rincones en busca de amor, para llenarse.

29/10/08


Hace ya frío de invierno
en esta casa
tengo el alma
y los pies helados.

28/10/08


Estaba escribiendo en la pizarra un esquema sobre los adjetivos. No me gusta nada dar clases de morfología, siempre corro más en esos temas para poder llegar antes a la literatura (que viene justo después). Estaba desglosando los grados del adjetivo en tercero de la eso cuando Rafa me ha dicho: "Maestra, que no veo".
-Si fuese hija de un cristalero... -le he contestado y he seguido escribiendo mientras escuchaba sus murmullos.
En tercero hay tres alumnos que siempre se están quedando conmigo, uno de ellos es un sinvergüenza absoluto que no para de guiñarme el ojo mientras escribo. Los escuchaba parloteando mientras copiaban. Pero Rafa continuaba callado, lo intuía pensando a mi espalda.
-Serías toda de cristal... -ha señalado-, y veríamos a través de ti, y te veríamos por dentro.
He sonreído. Si fuera toda de cristal, pensaba, aún sería más fácil romperme.

(Menos mal que sólo tengo el corazón de cristal)

27/10/08


Desnúdame
que ya no me conozca
de verme tan nueva
tan como era.

23/10/08


Te despiertas a la una y media de la madrugada y escuchas gemir al vecino mientras condenas tu santa paciencia e intentas volver a conciliar el sueño. Luego, un poco más tarde, te levantas con sed de venganza y tiras de la cadena, así, haciendo ruido, como si pudieses despertar al mundo, y vuelves a la cama. A la cama enorme, fría, sola, que tiene ganas de dar envidias.

16/10/08


vacío de alambre
hambriento de nostalgias
devorador, desolador
vacío de alambre
de miedo
de silencio
(y de gritos)

1/10/08




Tengo todas las tazas sucias, esperando con paciencia, pero ayer fue el primer mal día y el café llevó a la tila y la tila al sueño -gracias a Dios-. A veces se me olvida quién soy y quién he sido y me dan una bofetada de cariño para recordarme que no todo el mundo me puede querer, como yo quiero. Las llamadas de teléfono, las conversaciones tardías y tranquilizantes de chica ya sabes que esto te pasa siempre, consiguieron traerme otra vez aquí, de donde yo soy, a donde yo era. En realidad no sé qué hago mal, ayer me levanté con ganas de un abrazo y me gané alguna carcajada y el frío. Me acostó la ducha -como lluvia en el teatro- de jabón y sal -arrullándome tranquila, tranquila, todo está bien, pequeña mía-.




25/9/08


SOMNOLENCIA


Voy a dejar de jugar con fuego,
estoy empezando a cogerle gusto
a eso de quemarse.

24/9/08


De menor a mayor
elijo todos los juguetes que me dieron solo
para que jugara
a perder el tiempo.

De mayor a menor...

De mayor a menor no puedo creerme
que me hayan regalado algo
práctico.

23/9/08


No he abandonado, por lo menos no en espíritu, este rincón. Pero ahora todo pasa demasiado rápido y se me mezclan emociones de coctelera. A veces me miro en el espejo horrorizada porque me he olvidado de quién era. Otras me siento más yo que nunca, o más ella. Y experimento nuevas emociones, nuevas sensaciones, derivadas, supongo, de vivir sola y jugar a las maestras. Por eso hay días en que mi cama te echa de menos, y días en los que no.

2/9/08


Cuando abro las ventanas mi dormitorio huele a eucalipto. Entonces me traslado a mi infancia, a una siesta o a una carrera junto a un río. Estoy nerviosa, quedan días para empezar una nueva vida y no sé mucho de cocina.

30/8/08


Normalmente me despierto a las ocho para bajar la persiana y poder seguir durmiendo. A esa hora, el sol está a punto de colonizar todo mi dormitorio para arrastrarme a su día. Hoy eran las nueve cuando miré el reloj y todavía no tenía inundación. Al mirar por la ventana descubrí las nubes, el cielo cubierto, la luz gris, el aire congelado. Aunque ayer trasnoché, no he podido volver a la cama. Necesitaba un día así.

Todos mis días en Londres, el verano pasado, eran así. Y era tan hermoso... Me encanta abrigarme y saltar en los charcos. Allí podía ir a pasear por Seven Dials con un café tempranero, esperar a que abriesen los museos y sentarme a escribir. Acudir a las tiendas pequeñas de pequeños detalles que nosotros hemos olvidado. Visitar a Peter con mis acuarelas o recortar postales para hacer tarjetas.

Me sentía feliz, me sentía yo.

29/8/08


Hay ruido.
Ruido en todas partes.
Dentro y fuera.
Gutural y absurdo.
Yo espero a que todo se calle para poder escucharme.


27/8/08


BESO, ATREVIMIENTO...

Te toca pagar la prenda.
Para ser justos
no has dicho toda la verdad.




NANA DE LA NIÑA BUENA

Calladita estás más guapa.

25/8/08


REMIND ME

Sepárate las pestañas.
Tengo ganas de llorar
y de que no se me note.


VISIÓN

Los pastores de árboles de Granada
amamantan chopos
-que susurran alegres canciones
riendo como muchachas-
con dulces palabras
y mentiras sobre el futuro.

AUTORRETRATO

Soy el viento
en las alas de una polilla
encerrada tras la jaula de cristal
protegida por mil plumas
dentro de un palacio amenazante de metal
en el centro de
un jardín con flores esculpidas
fuentes
y árboles muertos.

DESDE LA VENTANILLA

Duele.
¿Lo entiendes ya
o te hago un croquis?

EN UNA FACTURA

Mi corazón tiene hambre de amenazas
y mosquitas muertas.

5/8/08


NOTA EN FRIGORÍFICO



Te espero en un sitio común.
Donde no haya que hablar de nosotros
ni del tiempo (sobretodo del tiempo).




Influencia de Gloria Fuertes de nuevo.

4/8/08


Calcomanías a espada.
Rómpeme cuando dejes de creer en mí,
tengo alma de hada.


31/7/08


Lluvia
de sol sobre tus pupilas
al amparo de mi ducha
cuando pareces un dios
de pelo despeinado y pecas
cuando me siento desfallecer
si me miras desde dentro
te idolatro
hasta que la lluvia
soy yo
de abrasión en pecho
de puro desgarro
desde tus cejas húmedas
a tu boca caprichosa

29/7/08


Caricias compró el último periódico el miércoles, en su horóscopo no ponía nada interesante y las sirenas de una ambulancia la sobresaltaron. Se ha cambiado doce veces de camiseta en una semana, incluso fue a la peluquería para cambiar su suerte, pero lo que está escrito en los astros... A Caricias le encanta pasear como si fuese acuática, pero a veces nadie se da cuenta de sus esfuerzos y se hunde en la miseria. A pesar de todo, ella sabe que, normalmente, cuando sonríe, nadie se le resiste. Caricias no se come una rosca desde el miércoles, ya lo dijo el titular: "Anden con los zapatos puestos". Y ella ha perdido los tacones otra vez, en el fondo del armario.

28/7/08


La coherencia sabe a palomitas dulces con melón,
anda como los gatos viejos
y no sabe llevar el pelo suelto, la pobre.

Cuando tenía trece años una de mis amigas me enseñó un truco para que mis padres no notasen que había estado llorando. A los trece años se llora por todo, aunque yo todavía lloro con los anuncios de la tele. El truco era muy sencillo, pero yo no habría caído en la vida. No bastaba con lavarse la cara en la fuente de la plaza, también tenías que separarte las pestañas, porque al llorar, la sal las dejaba pegadas en ramilletes delatores.


Había muchos trucos para evitar que te descubriesen después de una berrinchera. Yo doy gracias a los espejos de los portales de los bloques y al espejo del ascensor. Había días que tenía que pasar mis quince minutos buenos delante del espejo ensayando la sonrisa. A veces me entristecía tanto verme sonriendo tan falsamente que me volvía a derrumbar en llantina adolescente. Al final tomé mucha práctica, ahora sólo tardo unos segundos en encajar el golpe y seguir sonriendo. A veces ni siquiera necesito mirarme en el espejo.


Creo que todavía tengo alma de adolescente, todavía me dan pataletas y siento que está a punto de rompérseme el corazón. Sinceramente pienso que nunca voy a dejar escapar esta capacidad para destrozarme por dentro, me hace sentirme viva. Y, en el fondo, reconozco que siempre me he sentido más guapa llorando. La belleza de un ser de cristal me roba el aliento.

26/7/08


Mejorando mi habilidad para sentirme estúpida.

22/7/08


Cristina tenía en la mente canciones, letrillas que iba repitiendo por la calle, entre dientes hasta que sin darse cuenta lucía sus vocales a voz en grito. Cristina bailaba en la calle, dejándose llevar por el saxo de la esquina. La primera vez que Alicia la vio, tarareaba a las margaritas de un puesto de flores.

21/7/08


La vida resuelta a los 23 años suena a película de terror de serie B.
He aprobado las oposiciones y he conseguido plaza.
Seré profesora de Lengua y Literatura en septiembre.
Hasta hace un año septiembre era mi mes preferido porque el 24 es mi cumpleaños.
Mi último cumpleaños lo pasé tendida en la cama, llorando, abrazando al hombre sencillo porque me habían roto el corazón.
Los corazones rotos, cuando pasa el tiempo, son algo así como un eco que no queremos escuchar.
Las olas del mar rugen como leones mansos, reverberándo en el espacio de la conciencia.
Debajo del agua el tiempo no existe.
Yo no existo.
Acaricio con los pies la trascendencia.

7/7/08


-Prepara la maleta, a las una paso a recogerte.


Primero he hecho una lista de todas las cosas que quiero llevar. Después he bajado la maleta roja, regalo de mis abuelos para las giras de teatro, del altillo y sin hacer mucho caso a la lista he comenzado a llenarla de vestidos. En verano tiraría todo lo demás y me quedaría sólo con los vestidos fresquitos. Después me he puesto a organizar los textos que tenía que pasar al portatil para continuar escribiendo a la orilla del mar la historia de mi Perséfone particular. He seleccionado dos novelas para quince días, con la esperanza de poder comprar otra en el puesto que ponen al lado de la playa, y he abierto mi moleskine nueva después de guardar la que llevo dos años usando.

Por último he guardado los zapatos, la cámara de fotos y todos los bikinis. ¡Y ya está! Voy corriendo a vestirme y a cruzar los dedos para que sea puntual.
Espero conseguir piratear internet para leeros a todos!

6/7/08


Abrázame muy fuerte,
he soñado que tenía roto el corazón.

4/7/08


Hoy comparto este café contigo. Cuando tengo tantas cosas por hacer y el polvo de mi dormitorio me amenaza con secuestros, escondido entre las montañas de libros y apuntes que definen la nueva geografía de mi habitación. Voy a derribar barreras de esta carrera de obstáculos para dirigirme firme aquí, todas las mañanas, todos los segundos en que el calor no me haga sudar desesperada anclando las palabras en el sopor. Me gusta el sonido de la mañana, el ruido de la obra junto a mi ventana, la señora que pasa tarareando a tantos metros de mí de camino hacia la tienda. Y mi madre trajinando por la casa como una sombra para que Javi no se despierte. Los pájaros, el aire todavía fresco.

Hoy comparto este café contigo, sin prometerte nada. No puedo darte nada más de lo que tienes. Pero miro, imaginando que miras, que miramos, que todos cruzamos sonrisas de recién levantados. Imagino un beso en la frente, una caricia. Y después vuelvo a ser yo, asfixiada, en último sorbo, recogiéndome torpemente el pelo para enfrentarme a mi día.

2/7/08


En la floristería de la esquina habían abierto una librería de viejo. Sofía bajaba todas las tardes, con sus ocho años en el bolsillo, a acariciar Cervantes, el gato del dueño, y a llevarse en el pelo el olor a jazmines y polvo. La puerta sonaba a cascabeles, y sus pasos inocentes a mariposas.

17/6/08


Estoy enfadada. Quiero ir a la piscina y nadar. Sentir el agua desordenándome el pelo. Sonreír sin parar mientras siento cada poro de mi piel en contacto con la libertad. Quiero ir a la orilla del mar y ponerme morena, atarme mal el bikini y jugar a las paletas. Hacer castillos de arena. Comer en la terraza, pasear por las tardes. Quiero tomar helado en la plaza. Y escribir, quiero escribir todo el rato. Y dormir del tirón. Dormir de una vez toda la noche. Quiero no tener que pensar en nada.


Este domingo tengo las oposiciones, por eso no paso por aquí. Pero os echo de menos. Ya también estoy "cabreada como una mona".

7/6/08




Me siento perpendicular del mundo.
A vece me cruzo con personas que querría coleccionar. Llevo tiempo pidiéndome a mí misma iniciar una libreta donde guarde las personas que me encuentro como por casualidad. Llevar allí a aquel muchacho delgado de la orilla del mar, al alto indio londinense, a las dos amantes, llevar a la chiquilla de sonrisa alegre, al viejo que lloraba junto al río, llevarte a ti, entre todos ellos, jefe extraño de un mundo que nunca acabas de comprender. Siempre lo dejo para el verano.
Y el verano se acaba tan rápido...

3/6/08


Mi hijo tiene el pelo corto y, cuando duerme, el sudor le besa los pequeños mechones rebeldes. Respira tan acompasado sobre mi pecho, que me hace sentir asfixia su profundidad. Se tumba en mí, como si fuese una barca, y se enreda en mis rizos como cabos. Busca, poco a poco, en la inconsciencia, el nido de mi cuello para apoyar su frente tranquila. Y sus piernas se resbalan en mis piernas, cayendo como fardos hipnotizados. Sus bracitos tiernos se recogen sobre mi pecho derecho, con las manos semicerradas de deditos dulces. Yo no puedo resistir, perderme en su frente tersa que a veces se arruga llevada del sueño. Sus labios gruesos, entreabiertos, dejan salir bocanadas de aire que no quiero interrumpir con mis suspiros.

-Si quieres lo llevo a la cama.

-No -murmuro mirando a mi príncipe durmiente.

Y no puedo decir en voz alta las palabras que siento: "ojalá durmiese siempre sobre mí".






(Cuando me he despertado, es fácil suponer lo sola que me he sentido)

2/6/08


A veces me sorprende tal sacudida de infelicidad
que me da miedo mirar
en lo más profundo de mi corazón,
por si no me reconozco.

30/5/08




Últimamente me apetece hablar de mí, pido disculpas.

Será que paso demasiado tiempo callada a lo largo del día y tengo más tiempo para escucharme. Estoy estudiando a los vanguardistas y a la generación del 27 para el examen de oposiciones que tengo el día 22 de julio. Me dan ganas de experimentar con las palabras y tengo que reprimirme, me dan ganas de perderme en Salinas y tengo que reprimirme, me dan tantas ganas de escribir que casi hago pucheros.

Estoy dejando salir a mi yo más infantil y, aunque eso signifique llorar por algunas tonterías, me divierto muchísimo. Me apetece pintar y bailar. Amo tanto que llueva... Llevamos como un mes de nublos y todos están cada vez más enfadado con el mundo, yo sonrío todas las mañanas al descubrir que sigue lloviendo. ¿No sentís a veces que la lluvia limpia todo? ¡¡Lluvia, purifícame!! (Me río sola en casa escuchándome decir tonterías).

¿Sabéis esas veces en que te sientes emocionado por una tontería y sonríes a la gente que te contempla sorprendida por la calle? Soy capaz de levantarme así y comerme la biblioteca a las ocho de la mañana. Luego se me van gastando las pilas y llego a casa frustrada y enfadada, tengo mil ideas latiendo dentro de mi cabeza. Ansío tanto julio para poder escribir...

Me paso el día coleccionando escenas e imaginando donde podría encuadrarlas. Hoy llevaba a mi padre a recoger un cuadro del que me enamoré en una exposición, el pintor es amigo suyo y accedió a vendérmelo (aunque ahora lo ha pagado la herencia de un viejo tío, que descanse en paz); lo importante es que diluviaba, diluviaba alegremente retando a los limpiaparabrisas de mi coche y de la catedral caían por los canalones cascadas inmensas derramándose sobre la parca decoración del edificio renacentista. ¡Era tan hermoso! Y me dije, tienes que hacer que Julia pasee por Toledo bajo un diluvio que amenace a las gárgolas góticas de la catedral. Fue el momento justo en que la responsabilidad me susurró: tendrás que esperar. El momento en que mi padre volvió al coche y hablamos de las maravillas del mundo y del podrido tráfico.

Esta tarde he intentado trabajar, pero cada vez me cuesta más. Será que se acerca el fin de semana y me apetece leer, tumbarme y comer.

29/5/08


He dejado una palabra escaparse, por entre mis dedos pequeños, dice tantos tesoros que no puedo callarla, ¿qué será ahora de mí? Hubo un tiempo en que me hacía trenzas con acentos, enseñé el cuello ronroneando. La palabra silabea junto a la pantalla, ordena, marimandona, que libere a todas las demás. Voy a poner patas arriba el mundo cuando tenga permiso para ser egoísta.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
(He empezado hoy a colgar una historia por fascículos -tengo alma de folletín- en mi fotolog, si soy capaz de llevarla a alguna parte, la traeré por aquí)

28/5/08


Había palabras, y ella lo sabía, que era mejor no decir en voz alta. Palabras relacionadas con sueños llenos de cuadros y corredores enormes. Palabras de las que desnudaban a aquellos que la visitaban de noche para robarle el amor. Palabras de los desconocidos que la aterraban de miedo cuando se miraba al espejo del cuarto de baño en la penumbra de la madrugada. Palabras que era mejor escribir sin pensar mucho, escribir para poder olvidar, como todo lo que es tinta. Una vez se despertó sudando sin saber donde estaba, el corazón quería volar como un gorrión acongojado, se susurró a sí misma calama y tranquila, estás en casa, no ocurre nada. El pasillo interminable le preguntó que había pasado cuando escapó a por agua. Ella escribió en el frigorífico: se ha muerto. Por la mañana ya no lo recordaba, sólo un peso en el pecho parecía anclarla más y más a la tierra. Pero había palabras, ella lo sabía, que era mejor no decir en voz alta.

26/5/08


La primera parte del sueño la recuerdo borrosa porque me desperté y después volví a dormirme. Al principio iba a casarme, sí, era el día de mi boda. Llevaba un vestido como de princesa, era bonito y también vaporoso. En la boda pasó algo que me hizo escapar: le preguntaron a él si me cuidaría para siempre, y él respondió que no sabía si sería capaz de hacerlo. Entonces yo salí corriendo de la iglesia sintiéndome traicionada, no sé si lloraba o simplemente el sentimiento de rabia hacía que las lágrimas no saliesen de mis ojos. Yo volvía a tener el pelo largo y bonito. Vi un tren y corrí para montarme en él. El vagón estaba lleno de gente, recuerdo un anciano, una familia, un muchacho y mi inexistente amor perfecto. Me miró compadeciéndose de mí y me preguntó en voz bajita cediéndome un sitio a su lado: “¿Qué te pasó?”.“No me quería lo suficiente”, le respondí. Me dijo algo sobre lo guapa que estaba que me hizo sonreír. Yo apoyé la cabeza en su hombro y me sentí reconfortada.

Después estaba soñando algo absurdo. Una amiga y yo, o en realidad era yo misma en dos personas, cosa que no es raro que me pase en los sueños, estábamos jugando en la puerta de un bar con los vasos que se habían quedado fuera. De algún modo estábamos preocupadas porque en mi pecho fluía la sensación de persecución, de tener que esconderme un poco. De hecho intentábamos crear un ejército de cristal que nos protegiese porque parecía que podríamos hacer magia. Pero en ese momento un hombre alto y calvo, como un gorila fornido y malhumorado, terriblemente amenazante, derribó de una patada todo lo que estábamos haciendo. Nos sentimos aterradas, al parecer nos habían encontrado por fin o esa actuación haría que nos encontrasen. Pero ya no éramos dos, ya era sólo yo. Cuando más amenazada me sentía, apareció de nuevo él, mi inexistente amor perfecto, alto, moreno, con el pelo relativamente largo cayéndole sobre las orejas, los ojos oscuros, los hombros anchos, el pecho erguido, en su rostro había una mezcla de total seguridad y de enfado. El gorila intentó golpearlo en el pecho, pero se hizo daño en la mano al hacerlo y se quedó quejándose de vuelta al bar. Él me tomó de la mano y me llevó hasta la carretera. “Ven conmigo a casa”, me dijo, y yo me hundí en su abrazo, dejándome embargar por su olor perfecto, repleto de seguridad y promesas cumplidas. Él me señaló con la cabeza un coche de caballos dorado y hermoso que yo al parecer ya conocía. “Vámonos a casa”, me rogó de nuevo, “déjame cuidar de ti”. Yo me sentí obligada a separarme un poco de él. “¿Todavía no puedes venir?”, me preguntó leyendo en mi rostro la indecisión. Por un lado quería disfrutar de esa seguridad para siempre, quería disfrutar de su presencia tranquilizadora, de su amor universal que me hacía sentir la persona más valiosa del mundo; pero por otro lado tenía que demostrarme algo a mí misma, no sé el qué, pero tenía que quedarme y seguir sufriendo el mundo un poco más. “Aún no puedo”, susurré y lo miré a sus ojos negros y hermosos. Me volvió a recoger entre sus brazos y me apretó con fuerza, pero sin llegar siquiera a hacerme daño. Me besó en la frente lentamente, yo cerré los ojos para disfrutar al pleno aquella emoción. Cuando los abrí me encontraba de nuevo sola en la calle, no había carruaje, no había nadie. Pero sabía, con una claridad que no sabía si me molestaba o no, que en el momento en que lo necesitase, en el momento en que de alguna manera me sintiese amenazada por el mundo, él volvería a estar ahí, librándome de todo, invitándome a volver a casa, a volver con él.

Me he despertado embargada de esta total seguridad, casi no he podido reaccionar para nada más que para regodearme en esta sensación de estar protegida, de ser amada de una manera tan desinteresada.




Siempre que sueño con él se me desarma el mundo y se me despierta la sed.

24/5/08




El patio de butacas comenzaba a llenarse y por debajo del telón se veía la luz de la sala, como promesa de futuro. El corazón estaba a punto de estallarle, como tantas otras veces, como si fuese la primera vez en una mezcla de emoción y pánico. Todos los actores vestidos ya, yendo y viniendo por el escenario con gestos nerviosos, sumándose a cualquier conversación en voz baita. Ella estaba ya sentada en su silla, con las piernas dobladas hacia la izquierda, mirando a todos en silencio. El vestido medieval la hacía sentirse pequeña, de cinco años, jugando con una toalla a andar como las reinas al borde de cualquier piscina. Estaba a punto de levantarse para matar los nervios andando un rato cuando la voz metálica anunció después de una música extraña que quedaban tres minutos para que comenzase la representación. Respiró nerviosa y miró a uno de sus compañeros, de pie, vestido de caballero, a su lado. Sonrió nerviosamente y él desenfundó la espada:
-Creo que no puedo esperar más -dijo usando su espada como bastón para arrodillarse a su lado. Ella lo miró desconcertada, estaba a punto de comenzar la función-. Sé que hay muchos inconvenientes, y entre ellos está que tienes novio... pero quiero decirte que me gustas.
Intentó encajar las palabras en su esquema de nervios y tensión, pero sólo respondió con un "Oh, Dios" menudo antes de que dos compañeros más se arrodillasen creyendo que jugaban a algo.

19/5/08


Castañean las teclas, enigmáticas,
en el silencio de la biblioteca,
¿qué contarán? ¿qué ocultarán
las palabras de siempre
en todos esos dedos
y esas manos y esas bocas?
Boquea un pez desde las esquinas,
debe ser hora de comer.