31/7/10

mi vientre da a luz pájaros muertos



(sé que es algo terrible,
pero los quiero)

30/7/10

los viernes
vivo a prueba-error
y desamor


(debe ser alguna penitencia por un viejo pecado de ignorancia)
hoy me aterran tus gigantes
conocen
el nombre secreto que te puse
nos llaman así
repetidas veces
como si supieran
que estamos asustados como niños
como si supieran
que vas a marcharte pronto
y me quedaré con tu ausencia
y esta horrible sensación
de que te tienen
arrasándote por dentro

29/7/10

detuvo el mundo, lo hizo con tanta simplicidad que tuve que pararme a mirarla, detuvo el mundo coronando con su boca mi hombro, con su risa mi casa... detuvo el mundo... ya volvería a girar cuando se fuera

28/7/10

una casa sabe que va a producirse un milagro
con la claridad con que los amantes
saben que van a verse en el mercado,
con la seguridad de una madre
escuchando el silencio en el pasillo.
una casa sabe.

27/7/10

acógeme en la cavidad de las olas,
renunciemos a mí,
renunciemos a tiempo
como ha pasado siempre.
tengo mucho que escribir y mucho sueño
y mucho que besar y, maldita sea,
mucho sueño y soledad.

25/7/10

dime que ya no me quieres
y volveré a la estrella de la que vine
arrasando las fronteras
de camino a casa
a lamerme las heridas

tú mirarás al cielo convencido
de que hiciste lo correcto
lo que había que hacer,
yo marcaré en otros planos
nuevas constelaciones
en las que buscarte

siempre único en ellos
como una constante poética
sobreviviendo al abandono,
a este corazón,
a la miseria,
repetido misteriosamente
en la luz articulada
de los labios de todos

como si en realidad
tú no importases
más allá de lo que yo
quiero importar de ti
a este mundo.

dime que ya no me quieres
y volveré a la estrella de la que vine
sonriente y hermosa
como era.


*



(Dani, al final no he podido esperar a que me dieses permiso... ¿me perdonas? Los primeros versos son un robo completo y absoluto)

24/7/10

-¡Buenas noches, papá! -dijo Cecilia en un balbuceo incomprensible que sonó algo así como "abruuuuruuruuururu".
-¡Buenas noches, mamá! -repitió Cecilia antes de caer tendida en la enorme cama rodeada de sus mantas y cojines.

Cecilia se había acostado muy dispuesta, pero, lo que no sabía era que dormirse no le iba a resultar tan fácil. Aunque estaba agotada, Cecilia no conseguía conciliar el sueño y aquello, en su corta vida, era una absoluta novedad. Primero se tumbó de un lado, después del otro, panzarriba y panzabajo, hecha un ovillo y estirada larga y tensa. Recolocó a sus muñecos, se alisó el pijama, acarició las mantas, observó la luz del farol que entraba por la ventana... Nada era eficiente. Cecilia no podía dormir.

Había escuchado una vez a los mayores una teoría absurda relacionada con contar ovejas para conciliar el sueño. Pero Cecilia sólo tenía una oveja, sentada en la estantería entre los libros de cuentos y la caja de las manualidades. Una oveja regalo de alguna visita que era incapaz de recordar. Blanca y suave su oveja. El problema radicaba, fundamentalmente, en que era una. Así que, aunque Cecilia sólo habría podido contar, como mucho, hasta seis, ahora no tenía más remedio que contar hasta uno. "Es una idiotez", pensó, "no funcionará". Y, aún así, Cecila se dispuso a probar aquel estúpido plan de los adultos. Contaría, contaría su oveja.
-Una oveja... una oveja... una oveja... una oveja... -Cecila se rascó un ojo-, una oveja... una oveja... -"quizá no sea una oveja, quizá..." Decidió probar por si así funcionaba mejor-: un ovejo... un ovejo... un ovejo... -qué aburrido resultaba aquello-, una oveja, un ovejo, una ovejita, una ovejona, un ovejón, un ovejoncito...

No lo creeréis y ella nunca lo confesará, pero con tanta ridícula cuenta, Cecilia cayó fulminada por el sueño y durmió una de sus noches más apacibles.

22/7/10

pérdidas colaterales
hoy soy
una pérdida colateral
en las guerras mal trazadas
de otros
cansados de bombardearse.
hoy no soy
víctima mortal
de mis batallas.

21/7/10

-¿Sabes? A veces siento que soy parte de su imaginación -le digo a Carolina mientras, sentadas en las toallas, miramos al mar llenas de sal-, que él me ha inventado.
-A lo mejor es así -responde ella muy seria-, quizá sólo existes por su culpa.
-Quizá no existo...
-Quizá...

Las olas rompían tímidas en la orilla de piedras susurrando como niños que comparten mil secretos.

20/7/10

por un desvelo
dice que se ha cosido la memoria
a los bajos del corazón
por no olvidarme

¿y yo tengo que creerlo?

19/7/10

toda boca de poeta
y, de pronto, una es poesía sin saberlo,
cuando le crecen las ramas de versos de otros
en los rizos, en las horas, en las respuestas
incendiadas de los barcos horizontales
del puerto como nosotros,
una es poesía y lo nota
como un ruido de pájaros pequeños y hambrientos
por todo el cuerpo hueco, revoloteando.



(gracias pablo fortes, por hacer, sin saberlo, un sueño realidad: hacerme boca de poeta)

18/7/10

me despertó la sal
indisciplinada e insólita
en una orilla pobre de recuerdos

(a veces es más fácil amarse
en la arena que en el fondo del mar,
aunque no amanezcan de sirenas
mis tardes interminables
ni ésta sea la canción de Quique
ni tú fumes
ni siquiera un poema)


16/7/10

-Vamos a jugar.
-¿No estás cansada de jugar?
-Estoy cansada de perder, pero no de jugar.

15/7/10

ojos de gata
la noche arrulla
en lugares como yo
from drama
y cuando cayó el telón
ella seguía estando allí
inmaculada
en pleno centro
de una caricia suspendida
por los aplausos de un público
que no sabía de qué iba
la película

y cuando subió el telón,
de nuevo,
ella seguía estando allí
desdibujada
entre el personaje
y la presencia
-de un soy a un fui
mientras que era-

y cuando se apagó la luz
y cuando se vaciaron los asientos
y cuando aquel camerino
era el vientre de un dinosaurio
disecado de astío y costumbre,
cuando las alarmas volvieron
a conectarse por los pasillos,
cuando Jorge echó las llaves,
como siempre,
cuando sonó el eco sordo
de la puerta de cristal,
metal y glorias,
entonces,
ella seguía estando allí
inexplicable
inexplicada,
sin principio ni fin,
toda
toda ella
in media res,
como un milagro a punto
de desvanecerse
antes de que nadie lo vea.
a ras de sueño
dame un beso,
hoy no me cuentes cuentos.



*
a la hora de dormir
contigo es como decir "casa",
como ser descubierta
jugando al escondite
y que grites: "por mí
y por todos mis compañeros,
pero por ti primero".

14/7/10

ascensores convertidos en cuadriláteros donde enfrentar nuestros nombres
donde mezclarnos deletreando, paladeando, desnudando cada letra
hasta que el número se apague con la luz y el espejo cómplice confiese
lo que no vemos tú y yo, lo que ya no ve nadie, las palabras prohibidas.

13/7/10

Una vez la escuché decir que, a veces, la muerte la arrasaba de repente. No quise preguntarle porque la idea me daba vértigo y la conjugación de sus palabras me había derrotado. Pero me miró, de nuevo sonriente, como si en lugar de aquello, me hubiese confesado el nombre de su película preferida.
me despertó tu voz
a son de piel
y estaba sola.



*

12/7/10

Hoy el mar está
de un azul impertinente,
como cuando te pones
un vestido con escote
para cenar con mis amigos
o sonríes a un extraño
de mi mano. Así,
azul impertinente,
como tú.

11/7/10

A veces me pregunto cómo he sido capaz
de sobrevivir sin un mar al que escaparme,
sin un mar en el que hundir la cabeza
y llorar
en una playa llena de gente
sin que nadie lo note,
como si mis lágrimas fueran
más sal solidaria
con el agua que me envuelve.

A veces me pregunto cosas
tan absurdas como esas,
cuando desnuda y desnutrida
de amor, despierta
por lo absurdo de esta cama,
miro al vacío del cuarto
y deseo que,
como en el sueño
que acaba de desvelarme
por mentira,
estés aquí, conmigo,
quizá al otro lado del teléfono
diciéndome,
simplemente,
que mi voz de dormida te confunde,
que deseas escucharme así
toda tu vida,
contándome anécdotas aburridas
de trabajo que recojo
como perlas perdidas de la India.

(Si supieses que cada una de tus manías
es un tesoro que secuestro
en mis arcas de milagros…)

A veces me pregunto
cómo he sido capaz de sobrevivirme
a mí misma,
de sobrevivir
así, solita,
a este impulso
arrollador de amar
estrellándose en el mundo
como olas, erosionando manos, bocas, piel,
con una sed heredada
de algún sitio que me hace
huérfana y maldita.

A veces me pregunto
cómo, cómo,
cómo vivo
en esta casa vacía.
Y arrojo piedras contra el astro
gritando y sonriendo:
“¿qué sentido tiene?”,
“¿qué maldito sentido tiene
este amor inmaculado?”.



*

Ahora escribo tu nombres
con lápiz en todos los recortes,
para borrarte como Agathe
-para borrarte como Patricia
debería estar borrando el mundo-.



*

10/7/10

-No sé escribir historias de amor con final triste.
-Mi madre dice que con Jane Austen todos los romances funcionaban porque su vida amorosa era un desastre.
-Eso será.
He hecho un tour
por los nueve infiernos de Dante
buscando mi corazón
abrasado por tu culpa.


*

9/7/10

Ana se contempló en el espejo con aquel atuendo que jamás habría imaginado vestir. Repasó los minúsculos pantalones rosa palo y la blusita blanca que se ceñía a su cintura con fingida inocencia. Al final había decidido recoger sus rizos negros para dejar al descubierto su cuello, se preguntó si debía abrir un botón más de la camisa para dibujar otra perspectiva del escote y decidió desabrochar la pequeña perla privilegiada para comprobarlo. Por un segundo, al retirar sus manos y dejar al desnudo aquel instante de piel en semitransparencia, Ana se sintió una venus desaprovechada. Por eso se sonrió con urgencia y apartó aquel pensamiento de su imaginación con un guiño. ¿Qué importaba si las chicas la esperaban con un brindis preparado para despedir el último año en la facultad? ¿Qué importaba?
después de todo
seguía luciendo en la boca
sus ganas invictas de amar
dímelo en italiano, en chino,
en japonés...
dímelo en lengua muerta,
pero dímelo.



*

8/7/10

Raquel traía, contoneándose, la botella de vino que había comprado para aquella noche. La había descorchado en la cocina y sonreía de aquella manera inquietante que me erizaba la piel. Le tendí dos copas, pero sólo llenó una. Dejó la botella sobre la mesa y, besándome fatal, me robó la copa vacía para abandonarla también lejos de nosotros. Aquella era Raquel, aquellas eran sus maneras, su modo felino de ser, la fingida dulzura con la que todo se iba construyendo a su gusto, la bendita obsesión con acabar conmigo. Toda ella lo decía, aquel vestido, aquella boca entreabierta perfecta para susurrar en mi oído, para todo lo demás, lo gritaba su perfume: volvía a intentar envenenarme.

Le tendí la copa sonriendo, "por nosotros", dije, cediéndosela para que bebiese primero. Por un segundo abrió los ojos con sorpresa, fue un gesto casi imperceptible, al igual que la palidez que coincidió desde su cuello a sus mejillas y que pronto desapareció para ser sustituida por el rojo de la rabia.
-¡O bebes tú o bebo yo! -amenazó sujetando la copa sobre mi mano, los ojos endurecidos por la desesperación de haber sido descubierta de nueva.
-Bebe -sonreí acariciándole la mejilla con mi mano libre y sentí que si hubiese dejado mis dedos allí unos segundos más me habría devorado. Los ojos de Raquel se llenaron de lágrimas. Se sentía traicionada, por primera vez dentro de su modo agónico de ver el mundo, la estaba poniendo en peligro.
Me arrancó la copa de las manos con un movimiento que hizo ondear la falda de su vestido. Concentré mis ojos en su cuello mientras bebía con violencia. Hacía dos semanas que por fin había descubierto la cajita de plata donde guardaba su preciado veneno, hacía dos semanas que lo había cambiado por una sustancia inofensiva que recorría ahora la lengua de Raquel.

Terminó con los ojos cuajados de lágrimas y sujetó la copa, mirándome mientras esperaba los efectos. Su pecho subía y bajaba acelerado por la rabia, por la traición, por su respiración de fiera acorralada.
-Te quiero -sonreí al tiempo que Raquel descubría que nada surtía efecto.
-¡Idiota! -gritó estrellando la copa contra el suelo, antes de girarse para abandonar la sala con un portazo y tumbarse a llorar en la cama.

Aquella era Raquel. Mi Raquel. Cuánto la amaba, cuánto la deseaba.

7/7/10

-A veces pienso que por las mujeres como yo no lucha nadie -farfulla entre las sábanas, con las mejillas apoyadas en las manos, bocabajo y dramática. Levanto la ceja porque sé que le gusta y la veo girar para apoyarse en mi barriga. Su pelo me hace cosquillas en el costado por un segundo milagroso-. ¿Tú lucharías?
-¿Contra ti?
-Por mí...
-Contigo.


6/7/10

¿Cuándo se iba a dar cuenta? ¿Cuándo se iba a dar cuenta de que era yo, y no el idiota de Marco, el que la había rescatado de su maldito apartamento para llevarla junto al mar?
pensamientos de erizo
pensamientos de erizo
sobre la cama deshecha
sobre el pecho perdido
sobre el vientre vacío

5/7/10

Normalmente fingía que me tropezaba con ella, pero ya había aprendido la hora de su cigarrillo y buscaba una escusa para sentarme en el escalón a su lado. Aunque prefería pensar que no, sabía que se había dado cuenta de mi torpeza, de mis infantiles pretextos. Pero el hecho de que no me hubiese dicho nada, me hacía conservar la esperanza de que, en realidad, le gustaba mi presencia.

Desde aquella primera tarde de invierno en que me atreví a sentarme con ella, había memorizado cada uno de sus rasgos, de sus gestos típicos, porque no le importaba que me quedase mirándola como un pasmarote.
-¿Qué coño haces? -me había preguntado inexpresiva en nuestro cuarto encuentro, durante las lluvias, cuando nos refugiábamos bajo un balcón y el humo del cigarrillo se enredaba entre sus dedos de uñas recortadas. Afortunadamente no tuve que explicarme-. Y luego me llaman rara a mí -sentenció antes de dar la última calada como si fuese a derrumbarse el escalón bajo nosotros.

Los dos nos habíamos acostumbrado a que la mirara, supongo. Nuestros cinco minutos allí, a veces más, a veces menos, todos y cada uno de los días, sólo a aquella hora bendita que respetaba por encima del toque de queda de mi madre, me habían dado suficiente como para comprender un poco más el mundo.
treinta y cuatro grados fuera,
cuarenta y ocho en mi interior
buenos propósitos
Como la señora Darling
acariciando los sueños
bonitos de Wendy,
me gustaría sentarme
al borde de tu cama
para enviar tus demonios
bien lejos mientras te duermes.

(Qué mentirosa soy,
sonrío mientras escribo,
como si fuese a conformarme
alguna vez
con los bordes de tu cama).

3/7/10

Todo es blanco o nada.

Estoy a la sombra de una farola que desprende rayos blancos de luz trazando un círculo en el suelo.

Hay un ruido como de aleteo sobre mi cabeza y, como una imagen fugaz, cruza mi frente el trapecista.

Una vez.

Otra vez.

Otra vez.

Es un maestro, liviano, sereno, preciso, perfecto.

Cae al suelo con una pirueta imposible y clava los pies sin un titubeo.

No hace reverencia. Me mira.

En el suelo hay una maleta, la recoge y cruza a mi lado, sobre el círculo blanco de la farola, antes de marcharse rumbo a la oscuridad.

Quiero llamarlo, pero no recuerdo su nombre. Sólo soy capaz de llamarlo "malabarista".

-¡Malabarista! -grito y se detiene, sobre un paso, a medio paso, con la maleta en la espalda, entre la luz y las sombras, a punto de perderse-. ¡Sé que no es tu nombre, pero no lo recuerdo!

No se gira, pero sé que sonríe. Sabes cuando una persona sonríe porque se mueven las orejas.

Lo recuerdo, como un triunfo, lo recuerdo.

-¡Trapecista! -grito como si acabase de rozar un milagro con la punta de mi lengua.

Y él regresa, y ya nada va tan despacio.

Ahora el ritmo parece girar bajo la farola, en nuestro círculo perfecto, mientras abre la maleta y saca tesoros azules: un vestido, varias telas, caracolas, marionetas...

Bailamos, un vals en el círculo blanco, con la maleta derramándose sobre el suelo.

Y me hace reír, me hace reír como a una niña.

Me hace sentir vieja y pequeña.

Me enseña a volar.

Me enseña a ser infinita.

Me hace sentir oportuna.

Pero todo se detiene.

Mi trapecista comienza a guardar sus tesoros en nuestra maleta, en su maleta. Y vuelve a cargársela al hombro.

El círculo de luz se ha hecho cada vez más grande, hay una acera, una calle, edificios, pero se va, va a irse.

-No... -ruego alcanzando su espalda con mis manos vacías-. No te vayas.

Se gira, acaricia mi frente con su boca serena y susurra:

-No hago falta aquí -sonríe con tristeza-, estás curada.





(me desperté ahí, sientiéndome completa y sola)
-Ronroneas.
-Lo sé... No puedo evitarlo, lo hago sin querer.

1/7/10

hay una jaula,
un poeta y un faro
junto al reloj
que no se detiene
a esperarte.