24/9/07

(y no existir más que a retazos porque ya no me recuerdas)


-Estoy tan triste.
-En un hada sólo cabe un sentimiento a la vez.
-Yo sólo tengo alas de libélula.
-Y boca.
-Pero pequeña.

19/9/07


No creo en dios, ni en las hadas. No creo en la magia, ni en la suerte, ni buena ni mala. No creo en fantasmas, espíritus, fuegos fatuos o cosas por el estilo. Puedo decir que para nada creo en los flechazos, no creo en el destino, las señales ni las casualidades. No creo en la bondad natural de las personas, no creo en el amor. (Dijo apagando el cigarrillo en el cenicero de cristal tallado)

Yo sí... (Susurró ella bajando los ojos a la taza de café humeante que rodeaba con las manos).

11/9/07


y luego me prometerás ausencias cortas y distancias,
me prometerás amarillos debajo del escenario
y un ramo de flores,
me prometerás ventanas sin cristal
para volar al universo.

Y yo te diré,
con voz de sirena,
sí quiero.

5/9/07


-Tienes algo ahí.
-¿Dónde?
-Ahí, junto a la boca.
-¿Aqui?
-Al otro lado.
-¿Ya?
-Mmm, no, sigue ahí.
-Pero, ¿dónde?
-A ver, espera.
-Oye, ¿qué hac...
-Nada, quitarte el beso.

4/9/07


Blancanieves soñó que despertaría y con la falda mojada preguntaría cualquier cosa.


Dibujaría porqués en su círculo impoluto.


Ningún príncipe alcanzó a descubrirle la boca.


Pobre niña, pobre niña tonta.

3/9/07


Londres se escribe en rojo, en el rojo de las cabinas y los autobuses, de los semáforos que siempre me llevan la contraria.
Londres tararea sonidos por las calles, sonidos de voces mezcladas en idiomas conocidos y desconocidos.
Londres guarda secretos en los rincones, secretos de calles colmadas de flores, de bares con las puertas llenas de trajes riendo después del trabajo, secretos de parques repletos de hadas y niños blanquitos.
Londres esconde rincones cargados de magia para sorprendente por cualquier calle por la que has pasado quinientas veces. Rincones con librerías diminutas, jardines antiguos y bancos dedicados a viejos amantes.
Londres alberga mil cielos: con nubes, cargados de estrellas, preñados de violetas al atardecer cuando la lluvia amaina y sólo nos queda nuestro reflejo en los charcos.
Londres tiene enormes ventanas de colores blancos y puertas azules o verdes, amarillas o rojas... como todo lo que siento.
Londres refugia en su seno árboles enormes que saben la historia de todos aquellos que anduvieron vagando bajo sus sombras, y las dicen muy bajito, como oraciones. Quizá mañana hablen de mí a los otros, a los inimaginados, los hombres futuros.
Londres, conociéndome incompleta, se queda con una parte de mí, muy pequeña, casi olvidada, que canta canciones de ausencia y posibilidad, canciones muy viejas.