30/4/09


Mi primer amor, que yo recuerde, se llamaba Antonio. Era moreno y delgado, debía tener cuatro o cinco años y siempre hacía de líder en los juegos del grupo. Jugábamos a las aventuras y yo me dejaba rescatar.


Después me enamoré de Pablo. Llegó al colegio cuando yo estaba en segundo y tenía el pelo rizado y negro. Era un poco más alto que yo y se peleaba con Alejo, a golpes, por mi amor. En una de las peleas de mis dos machos, me llevé una bofetada perdida que me sentó de culo.


Llegó Alfonso a clase en quinto. Era alto y delgado, con el pelo lacio y castaño y los ojos inteligentes. En la mejilla izquierada, creo, tenía una cicatriz de puntitos varios, a mí me parecía hermosa. Por aquel entonces yo jugaba en los recreos con los listillos de la clase. Charlábamos y dábamos vueltas a un árbol intentando no caernos, si Alejo no venía a darme una paliza de amor, lo pasábamos bien. Alfonso era el gran amor de mi vida. Sólo estuvo allí un año, pero yo seguí soñando con él unos cuantos más. ¡Cómo lloré cuando me enteré de que se iba!


Ese verano conocí a Pericles en mi primer campamento. Mis padres eran monitores y por eso yo me apuntaba. Pericles tenía el pelo castaño, lleno de rizos. Su nariz era perfecta y su cuerpo moreno y delgado trepaba a los árboles. Yo me hacía la interesante con mis pantalones rojos y él me acorraló con su arco y sus flechas en una terraza, pero creo que ni siquiera reparó en mí. Desde entonces mi corazón se disparaba si creía verlo en alguna feria, en alguna fiesta, en algún lugar.


Después nos mudamos. Gracias a Dios yo no estaba muy enamorada de nadie por aquel entonces, así que sólo se me rompió el corazón por dejar mi niñez.


Me enamoré a los pocos meses de llegar. Se llamaba David y estaba a punto de dejar el instituto porque no le gustaba eso de estudiar. Mi amiga Alicia me odió por conquistarlo y con él me besé por primera vez, tres veces, en un escalón durante el invierno. David será siempre mi héroe porque no tuvo ningún pudor a la hora de parar al chico del colegio que me molestaba para cantarle las cuarenta: "¿La ves? Es mi novia, y como me entere de que le dices algo...".


Sentí atracción por algunos amigos, pero nada serio. Quise intentarlo de verdad con mi mejor amigo de la época, Kiki, pero después de darnos la mano jugando a las tinieblas, decidimos que aquello no tenía ningún sentido.


Elena y yo nos peleamos por David. Él la prefirió a ella y yo casi no podía soportarlo. Pero al final se quedó todo en algo como nada. Dejamos de ser las amigas de antes.


Manolo me pareció un gigante la primera vez que lo vi. Él decía que nada más verme había pensado: "esta chica es para mí". Siempre le ha gustado tener la última moda y yo era nueva en el pueblo. Después de que me abandonase por otra volvimos a salir juntos durante los diez últimos años.


En ese tiempo, lógicamente, volví a enamorarme, cada dos por tres, aunque no solía ceder durante mucho tiempo mis sentimientos a otro. Un verano me quedé prendada de otro muchacho de pelo rizado y moreno, sabía tocar la guitarra y miraba a los ojos al hablar, yo era carne de cañón y mi corazón era de mariposa. Acabamos enfadados durante el invierno, pero habría huído con él, aunque nunca nos dijimos nada.


Durante la carrera me enamoré de Carlos y del chico del jersey rojo. El chico del jersey rojo fue mi gran amor durante dos años. Incluso escribía sobre él y le dedicaba canciones mentalmente cuando nos sentábamos juntos en la biblioteca, pero nunca hablamos. Recuerdo el día en que Manolo apareció en la sala de estudio y el chico del jersey rojo dejó de sentarse cerca.


Desde hace dos años, cuando me enamoro no digo nombres, no me lo digo, me doy un pellizco en el corazón y me muerdo la lengua.


Ahora ando tras el camarero de un bar, pero nadie me lo recomienda. (Nuria se estaría riendo de esto)

29/4/09


cazadora
de palabras
abanicos
mentiras
portazos
deberes
sonrisas
cafés con leche
hojarasca
camas frías
-¿Y besos?
-No, de eso nada.

28/4/09


desenamorar
No se me da tan bien
como enamorarme
-aunque hago mis pinitos-.

27/4/09


Mi casa está llena de caricias. Acaricio objetos inútiles. Lleno de ternura tenedores y cucharas, abrazo mantas, beso los vasos con delicadeza, susurro canciones a las puertas, dedico sonrisas a los marcos vacíos. Este amor se me está enquistando entre los muebles.

26/4/09


Había dado un golpe tremendo por culpa de las sandalias nuevas, esas dichosas suelas se escurrían como lombrices de tierra entre mis manos de niña. Las rodillas, huesudas y molidas de cardenales, lucían dos rosetones brillantes de sangre inocente. Carmen me miraba con ojo de experta:
-Si te sale otro moratón de ésta, le ganas a Sara -comentó concentrada.
Sara y yo apostábamos a ver quién tenía más cardenales en las piernas.
Me senté en el bordillo de la acera y me miré las heridas calientes. Picaba y satisfacía el protagonismo. Como todos los niños, saboreé con mi lengua la sangre para curar la herida. Después, bajo la sombra delgada de Carmen, comencé a soplarme las rodillas.

23/4/09


Tengo el alma podrida de manzanas.

Siento mi estómago, tobillo de elefante,
latir tartamudo a cada paso.
Las golondrinas no saben volar
desde el suelo, supongo,
y me recojo el pelo porque molesta
-recogería tantas cosas que molestan-.

Ya no sirve de nada mi clavícula,
mis pies de barro tropiezan
y una libélula se posa en mi barriga
entre burlas, diciendo tonterías.

Suena el teléfono y es
mi madre.

El reloj martillea de alambre
sobre mi muñeca de presa
y corre el agua, por los pasillos,
hacia ninguna parte.

Ya no ir, ya no venir.
El tendedero parece de asfixia
y veo la televisión por las tardes.
Cargo con una boca cerrada de abandono.

22/4/09


desgraciadamente
Desgraciadamente sigo teniendo pesadillas
-aún sueño contigo-.

21/4/09


asteroides
Llévame a soñar
a tu manera.

20/4/09


Te imagino, sentado en algún lugar absurdo: un coche, una silla incómoda a la entrada de un banco, un restaurante de comida rápida atestado de chiquillos bronceados. Llevas prendido del silencio cierta ausencia que no sé comprender y te sorprende que nadie sea capaz de mirar el mundo como tú lo miras. Es hermoso verte en ese escenario ejerciendo de visionario modernista, poeta. Te imagino conversando sobre la última película que has visto, sólo tú, de la que sacaste algún complejo sentimiento humando como acostumbras. Te conquistó un diálogo, un fotograma concreto, la actriz que parecía pájaro observando las ventanas. Llevas la vieja americana de intelectual incomprendido que tanto me gustaba, porque cuando encerraba los brazos alrededor de tu espalda, se levantaba furiosa y te daba frío y yo reía y te quejabas, como siempre. Te imagino sin afeitar con los ojos atados a lo que ninguno vemos. Has vuelto a fumar. Te has cortado el pelo. Llevas todavía en la boca el rumor de un beso viejo, parecido a mí.

19/4/09


diluvia
Diluvia Alcalá,
como si me escuchase.

17/4/09


reminiscencia
Estoy empezando a sentir
a duras teclas.

16/4/09


-¿Has vivido alguna aventura digna de mencionar? -me preguntó Peter conquistando de un salto el techo de mi cuarto.

Me planteé mentir, hablar, confesar, reír, callar. Me miraba con esos ojos tan dulces matizados de historias. Seguro que él había cazado algún pirata, habría robado el totem del gran jefe indio y habría dado una buena patada a Campanilla para que lo dejase jugar.

-Una triste -musité y él rápidamente frunció el ceño.

-¿Qué te ha pasado, Wendy? -rogó bajando junto a mi falda y me tomó las manos con sus dedos pequeños, buscandome.

Le conté en voz queda, como de cuento antes de dormir. Él creaba con sus ojos una historia bien lejos de donde estábamos. Sentí miedo de la verdad y suspiré vencida:

-Pero estoy bien, Peter -reí-, voy a estar bien.


15/4/09


10 botellas de vino
Es mi presupuesto
para olvidarte.

14/4/09


Luz se levanta más temprano que de costumbre, suele ir con la hora justa a todos sitios, pero a mitad de la pesadilla decidió cambiar la hora del despertador y besar la madrugada. Sube la persiana en silencio y abre la ventana de par en par para ventilar su dormitorio, después corre a la ducha descalza por el piso, sintiendo frío y miedo, sintiendo nada.
Luz en el espejo es una mancha borrosa que no se comprende, pero se abraza en la toalla con ternura de madre y se seca mecida por el abandono. Toma la ropa de la silla de ayer y se calza el abrigo más grueso que tiene y un buen café en taza de cerámica con fotografía de amantes en blanco y negro.
Luz abre la puerta sin hacer ruido para no despertar a los vecinos y sostiene el café en una mano que se queja del calor, sube las escaleras hasta la terraza y recibe la noche clara con espíritu de pobre diablo. Hay una muralla de tendederos y ladrillos hasta llegar al tejado, pero recuerda sus años de árboles y piedras, y trepa.
Luz es un gato entre las tejas marrones, acunada de abrigo y olor a café, recibiendo el amanecer con manos temblorosas y lágrimas suicidas. Es, en un instante, una clave de sol acorralada por un rayo que calienta nada más que su mirada. Es, al fin y al cabo, solo Luz, testigo muda de un milagro, desde lo más alto que puede llegar con el ruido de cristales rotos dentro del pecho.

13/4/09


Siberia
Mi casa sigue igual de fría
sin tus fotos.

12/4/09


Acorralada
Mi voz de poeta tiene miedo
de mis sentimientos de mujer
y calla.