28/6/07


no me supo mirar,
sólo tomó el camino
y se fue con pasos acompasados
recordándome salones con escenario
y boas de plumas azules.

los teléfonos lloraban palabras
cargadas de faltas de ortografía
pero yo continuaba allí
con el tic tac de las ausencias,
mustia en el otoño,
en el camino de tierra.

de nada sirve ya mi desnudez,
de nada los zapatos sin tacón,
sólo tomó el camino y se fue,
me lo dijeron dos gatos
mirándome como él.

pagaré la luz entre las ramas,
me quedaré a vivir aquí
donde no me pesen las paredes
ni me murmuren los cuadros.

Llenaré el cajón azul
de mi vestido largo
de hojas suicidas
y olvidaré cómo me llamo,
cómo me llamaba él,
para crearme un castillo
de derrumbes y de barro.

no me supo mirar,
sólo tomó el camino
y se fue con pasos acompasados.

27/6/07

espera


Habían llamado a la puerta, pero nadie subía las escaleras. Escuchaba ruidos en el lejano portal, pero el ascensor no rugía en su guarida. Me senté en la butaca de la entrada y observé el largo pasillo franqueado de puertas. La luz que llegaba desde la puerta abierta no alcanzaba el fondo tenebroso con el zapatero y la alfombra. Una corriente de aire comenzó a moverse entre la puerta de la calle y el balcón del salón. No se oía nada. Me pregunté si recordaría más adelante ese momento. Tengo tendencia a olvidar las cosas. Me pregunté cómo recordaría la casa de mis padres cuando viniese con mis hijos, si acaso podrían existir. Los imaginé peleándose y jugando a la pelota en el pasillo. Dando portazos en persecuciones nerviosas. Y me imaginé llamándoles la atención con enfado, siendo reprendida por mi madre que los tendría siempre al amparo de sus faldas. Casi los vi correr, a los dos. Ella llevaba una falda de pana granate que le llegaba hasta las rodillas y un jersey blanco de cuello vuelto con un broche de flores en tonos rojos. Tenía el pelo largo y motoso, recogido con un pasador, pero se le soltaban los mechones. Agarraba entre las manos una muñeca, quizá un muñeco, al que arrastraba por el suelo. Le sacaba una cabeza a su hermano, que le había cerrado la puerta en las narices. Él tenía el pelo claro y los ojos marrones, la camiseta de rayas de manga larga se le había salido del pantalón azul de pana y sus mejillas estaban encendidas por la carrera. El sonido del ascensor me sobresaltó, como unas tripas quejándose de hambre. Qué oscuro estaba el pasillo. Los niños ya no estaban y dudé si los había visto. Me puse de pie y me acerqué a la puerta abierta. De pronto me sobresalté preguntándome si había mirado hacia el futuro o hacia el pasado.

25/6/07


Son míos. Sus versos. ¿Lo sabe verdad? Disculpe, pero tiene que aceptarlo, desde el momento en que salieron de sus labios para caer en mis manos ya no dicen lo que quiso, sino lo que yo quise escucharle. Pero entienda, no a usted, sino al otro, a aquel otro que imagino y que me habla por voces de poetas. Y puede que usted pensase en la armonía y le hablase en femenino con términos decididamente dulces, pero a mí me supo a declaración de intenciones de ese otro creado para amarme. Por eso son míos sus versos, y no sé cómo convencerlo... está usted tan equivocado al hablar de su sentido, escuchó usted con tan poco interés los dictados que esa voz universal -pensando en mí- le hacía, que no supo comprender que no era eternidad de lo que hablaba, ni paisajes cosmopolitas, no era de aquel recuerdo de su infancia, ni de su paraíso artificial, eran...


Sólo eran las excusas que él encuentra para hacerme engatusar.

20/6/07


Permíteme
cederte el paso y sonreír
sólo por el puro placer de complacerte,
aunque sepas que no me corresponde,
que no me es natural,
que me desnuda un poco de lo que defiendo.
Permíteme, sencillamente,
quitarte ese mechón de la frente que se escapa,
besarte un poquito en la comisura de los labios
y acariciar cada palabra que dejes aquí,
junto a mi ombligo,
con dedos que ojalá fueran de pianista.
Permíteme decir mil veces,
más de mil veces,
que no puedo parar de reír,
que no puedo contener los impulsos infantiles
que me hacen vulnerable.
Eres tan perfecto ahí,
quebrando las leyes de la gravedad...



Que me olvido de todo y de nada, y se me quedan en flor las ganas de gritar y llorar, de acurrucarme.

18/6/07


¿Qué configura la esencia de un héroe? ¿Qué marca las diferencias entre esa persona única y las demás?
El silencio pesado golpea el suelo reafirmando la gravedad. Cada paso significa un segundo en el espacio, un eco interminable que define todas las paredes del callejón oscuro. Los enormes edificios a ambos lados se levantan como tributos inútiles, ciegos, del progreso, del desilusionador progreso de la humanidad. La primera gota de lluvia arranca un gemir metálico a las escaleras de incendios. Pronto el ruido será atronador en el solitario corredor…
¿Solitario? La única farola encendida chisporrotea y se apaga.
La oscuridad. El monstruo que devora todas nuestras seguridades y nos desprotege en sueños. La oscuridad. El drama del insomne arrinconado frente a la noche. La madre de las pesadillas y la fragilidad de nuestras convicciones. Se apodera de todo. Pero no de él. ¿Qué marca la diferencia entre esa persona única y las demás? ¿Qué hace que en este escenario no vacile?
Batman levanta la mirada al cielo y siente las gotas de lluvia golpear contra la parte descubierta de su rostro. Sonríe extrañamente. Está en su elemento. La oscuridad lo ampara, lo protege, lo perdona siempre a él, su favorito.
Ya no escucha el ruido metálico de la lluvia contra las escaleras. El chisporroteo de la farola no llega a su conciencia. Las sombras están llenas de secretos para él, son mapas que predicen el futuro. Ahora sólo están él y los pasos silenciosos que se acercan a sus espaldas.
Si lo pensáis estaréis tan convencidos como yo, nada podría ser más perfecto que este momento, nada más admirable que el arco que traza la capa negra en el espacio cuando el héroe gira sobre sí mismo y lanza sus armas. La lluvia ha desdibujado su linealidad al cruzarse con el cuerpo del héroe y un gemido breve hace volver el ruido del agua sobre el metal, el chisporreteo de la farola que vuelve a encenderse.
La luz amarillenta brilla en el charco escarlata que rodea el cuerpo inerte del hombre. ¿Por qué no disparó cuando tuvo la oportunidad? Nos preguntamos observando las pistolas que el infeliz aún sostiene entre sus manos crispadas. Quizá no vio la sombra que lo aguardaba amparada por la noche, quizá no entendió el silencio repentino, quizá sólo era su hora y nada más tiene por qué explicarse. Sólo puede parecernos ridículo.
Batman rodea el cadáver y se adentra de nuevo en el oscuro final del callejón sin salida. La puerta entreabierta del edificio que lo observa a su derecha no hace ningún ruido al abrirse. El héroe no vacila, conoce los pasos precisos que tiene que dar, el camino seguro que tiene que seguir y la oscuridad, el silencio, el frío no pueden pararlo, nada significan. Abre puerta tras puerta, sube escalones, rodea esquinas, recorre pasillos.
Y allí está.
¿Qué configura la esencia de un héroe? Volvemos a preguntarnos cuando los ojos azules de la niña nos golpean como faros en la penumbra. Cuando sus brazos níveos rodean el cuello fuerte de Batman y su carita húmeda se apoya en su hombro.
¿Qué configura la esencia de un héroe? Tranquila, todo está bien ahora. Afirma con su voz grave. Lo sé, susurra la criatura.

17/6/07


Raquel cerró el bolso definitivamente vencida. Si no había lápiz de labios era imposible la victoria. Volvió a mirarse en el espejo y sonrió con fingida complicidad, tan fingida que ni si quiera quedó convencida y con gesto agrio se sacó la lengua. El manillar de la puerta del baño estaba húmedo. Se limpió la mano en la falda de tubo y se marchó resoplando.
La cafetería estaba atestada de gente. Los domingos por la tarde muchos decidían escapar de la rutina de un televisor cargado de deportes y películas de serie b. Podría haberse quedado a leer otra novela rosa, en pijama y comiendo helado, al más puro estilo americano, pero había decidido retar al apático domingo.
Se sentó de nuevo en la ridícula silla de diseño y miró a su alrededor. Chicas charlando en alegres grupos mientras cotilleaban sobre cualquier tontería, una pareja comiéndose la boca con inocente descaro, matrimonios con niños que corrían sin piedad por el local y algunos hombres con traje de chaqueta que parecían haberse escapado de una boda comprometida. Era el último café que se tomaba. Cinco minutos más y se iría a casa a volverse a duchar, a rendirse.
A las siete pedía un taxi y se quitaba los zapatos. Malditas interminables tardes de domingo. La próxima vez iría a comer con sus padres.

15/6/07

Imaginaria
ilusoria
desmembrada
falta de verdad
dividida
fantasmagórica
fantástica
ancestral
definitiva
mentira
posibilidad
voladora
quieta
soñable
sensible
narrada
marina
desgraciada
-pero sólo a ratos-
murmurada
pintadada
descrita
desnuda
recorrida
recorrible
besada
mutilada
-sobretodo de ilusiones-
sonriente
avergonzada
diminuta
frágil
ciega
acelerada
tentable
cristalina
acristalada
muda
torpe
despistada
medieval
irritable
risible
susurrante
dramática
-melodramática-
referida
autonombrada
disipable
amante
infantil.


y muchas cosas más que ahora no salen.

13/6/07


Entonces, cuando todo parezca sencillo, cuando los columpios dejen de chirriar y se callen todos los grillos, acuérdate de mí. Del viejo jardín y mis latidos. De mi cuello y mi cintura -tuya siempre y las caderas-. De lo poco que me gusta trasnochar y de la boca entreabierta recién levantada. Cuando los libros se hayan llenado de polvo y los zapatos suenen mal a cada paso, cuando los silencios sepan a segundo plato, acuérdate de mí. Que yo supe aprender a mirarte más allá de las pasiones, más allá de los secretos tristísimos de fruta temprana, supe ver donde estabas agachado y temeroso. Supe, yo supe lo que eras más allá de ti, pura trascendencia diminuta con pasos hacia delante, hacia todos lados, hacia mí, a través de mí. Cuando me conozcas en las fotografías como la que era, cuando escribas canciones para conquistar mi corazón demasiado tarde, cuando tiñas de marrón las camisetas en el baño del pasillo y llores sin perdonarte tantos días sin llorar, entonces, acuérdate de mí. De los caminos que tracé hacia ninguna parte desde la mecedora gastada. De la piel de las muñecas y los besos en la nuca. Que yo supe desnudarte de pura tontería tarareando cosas que no podías comprender. Supe, yo supe...



Como siempre demasiado para hacernos bien.

7/6/07

Él lee mis cartas de amor y si le digo bajito “prometo volver”, no desconfía. Nunca nota las distancias y siempre tiene caricias, millones de caricias, recogidas para mí. Sabe besar, salado y tierno, cuando me tumbo en su orilla y entierra mis pies sollozando para que no me marche, pero siempre, siempre, por mucho que le duela, me deja volar. Cuando me duermo, me arrulla. Cuando despierto, me hace tararear canciones de sirenas y ¡no sé por qué las conozco!, debe recitármelas en vela cuando sueño. Le escribo palabras en la piel, con mis dedos mojados, palabras que sólo entendemos los dos y a veces nos reímos al decirlas. Le encanta tenerme y agarrarme por la cintura, a mí solita, entonces promete en silencio eternidades que nunca conoceré, ansiando que duraré para siempre, aunque sea mentira. Conoce los poros de mi piel que lo necesitan, recoge mi pelo, lo expande y reparte cuando me dejo llevar a su mundo de ir y venir dentro del vientre. Me pinta sonrisas con sólo aparecer en la distancia y juguetea con mis sandalias si me alejo demasiado. A veces se acuerda de otras que vinieron a tomarlo y entristece embravecido con llanto tremendo, “ahora estoy yo”, lo mezo tranquila y aterrada entre sus manos voraces, “ahora estoy yo”, hasta que suspira lívido y me pide perdón con conchitas marinas. Viene luego a hablarme de tesoros con voz profunda y serena, sólo para tentarme, aunque sabe que no sirve para nada, que no podré nunca abandonarme para siempre entre sus aguas.
(Me escapo unos días a enamorarme del mar)

6/6/07


Prefiero mil veces el gesto trágico, casi teatral, de abrir un paraguas con la mano y recorrer el mástil mientras se alza el barco sobre mi cabeza con su vela dulce, al disparo rápido y sonoro-seco de presionar un botón y hacer saltar el paraguas como un prohibido amenazante. Así, los besos lentos de la lluvia calma son como caricias que dejan mi rostro para abrazar mi paraguas, y cada gotita salta disparada del trampolín que me cubre hasta la punta veloz de mi zapato derecho, como por sorpresa. Y puedo, ocultar mi mejilla bajo los lunares de mi media luna, o llevar el paraguas como capa, dándole vueltas tentando a la suerte. Sólo si abro el paraguas puedo navegar los charcos sin sentirme grande, puedo suspirar desde los hombros y mirar las cascadas a mí alrededor haciéndome la aventurera. Si le diese al botón, si todo dependiese de un botón negro y rugoso junto al mango de madera o plástico –mucho más terrible-, entonces el paraguas quizá pudiese replegarse y encerrarse en un bolso, o ser negro, o invitarme a llevar zapatos con los cordones atados, o invitarme a temer… a temer la lluvia.

5/6/07

RECONSTRUCCIÓN (hay finales más bonitos)


Wendy sacó la espada ensangrentada del cuerpo muerto. ¿Por qué lo había matado a él y no a Peter? La brisa, que había soplado cálida toda la tarde, comenzó a volverse helada. Wendy dio la espalda al cadáver y apuntó con la espada a Smee, que temblaba de pies a cabeza anclado en un tartamudeo que no acababa de salir.

-¡Quítale la chaqueta!-Ordenó imperiosa.

Smee se arrodilló y realizó torpemente la tarea que se le había encomendado. Primero el brazo derecho, después el izquierdo. Sus manos bailaban agarrotadas por el frío infernal que se estaba asentando sobre cubierta. Cuando hubo terminado se plantó ante Wendy levantando la chaqueta escarlata. Con un placer inimaginable, la pequeña niña hizo que el viejo pirata la vistiese con ese nuevo disfraz.

-¡Patanes!-anunció con una sonrisa cruel en los labios-. ¡El Jolly Roger tiene un nuevo capitán!

Los piratas se estremecieron de pies a cabeza, y no sólo por el aire helado. El mar comenzó a golpear la nave con violencia y Wendy, llena de júbilo, rompió a reír con descaro. ¿Por qué había matado a Garfio y no a Peter? La respuesta era bastante simple: la pequeña niña no sólo quería clavar un cuchillo en la carne de su enemigo, quería clavárselo en el centro del corazón.

-Esta vez-dijo limpiando la sangre de la espada en su blanco camisón-, o Peter o yo.

4/6/07

Acorralada, entre la espada y la pared, presa tonta de la almohada cuando se empeña en mentirme, cuando me asusta severa si me siente estremecer. Acorralada, apabullada de latidos, presa de respiraciones, bañada en sudor y frío, con la espada sobre el cuello que llora tus dientes. Acorralada, presa ciega de mi, reo fácil de mis obsesiones sin condena. Entre la espada y la pared, entre el desafío y el abrazo, obligada a decidir. Acorralada...





¿Sabes? Mejor me siento a pensar en mis tonterías, estas cosas importantes acaban por darme dolor de cabeza y hacerme pequeña.

1/6/07


Ven conmigo a jugar a las hadas, a que ya nada importa, a que todo es posible. Corramos por las escaleras, para llevar la contraria, contagiémonos de versos y digamos tonterías... Ven conmigo, que yo tengo jardines, poblados de cuentos y sombras alegres, que tengo una fuente... que tengo mil fuentes... ¡y un río! Ven... A nadar con las sirenas que me tiran del pelo si les miento. Ven... a susurrarme al oído, que yo te prometo una rama para imaginar columpios, que te prometo amapolas para pedirme deseos. Mira, sé subir a los árboles y coger mariposas con la falda manchada, sé correr descalza entre las margaritas silvestres y recitar canciones de piratas. Ven que yo tengo un castillo de pequeñas tristezas y tienes que hacerlo volar. Ven... yo prometo...yo prometo dejarme... dejarme besar.