31/7/08


Lluvia
de sol sobre tus pupilas
al amparo de mi ducha
cuando pareces un dios
de pelo despeinado y pecas
cuando me siento desfallecer
si me miras desde dentro
te idolatro
hasta que la lluvia
soy yo
de abrasión en pecho
de puro desgarro
desde tus cejas húmedas
a tu boca caprichosa

29/7/08


Caricias compró el último periódico el miércoles, en su horóscopo no ponía nada interesante y las sirenas de una ambulancia la sobresaltaron. Se ha cambiado doce veces de camiseta en una semana, incluso fue a la peluquería para cambiar su suerte, pero lo que está escrito en los astros... A Caricias le encanta pasear como si fuese acuática, pero a veces nadie se da cuenta de sus esfuerzos y se hunde en la miseria. A pesar de todo, ella sabe que, normalmente, cuando sonríe, nadie se le resiste. Caricias no se come una rosca desde el miércoles, ya lo dijo el titular: "Anden con los zapatos puestos". Y ella ha perdido los tacones otra vez, en el fondo del armario.

28/7/08


La coherencia sabe a palomitas dulces con melón,
anda como los gatos viejos
y no sabe llevar el pelo suelto, la pobre.

Cuando tenía trece años una de mis amigas me enseñó un truco para que mis padres no notasen que había estado llorando. A los trece años se llora por todo, aunque yo todavía lloro con los anuncios de la tele. El truco era muy sencillo, pero yo no habría caído en la vida. No bastaba con lavarse la cara en la fuente de la plaza, también tenías que separarte las pestañas, porque al llorar, la sal las dejaba pegadas en ramilletes delatores.


Había muchos trucos para evitar que te descubriesen después de una berrinchera. Yo doy gracias a los espejos de los portales de los bloques y al espejo del ascensor. Había días que tenía que pasar mis quince minutos buenos delante del espejo ensayando la sonrisa. A veces me entristecía tanto verme sonriendo tan falsamente que me volvía a derrumbar en llantina adolescente. Al final tomé mucha práctica, ahora sólo tardo unos segundos en encajar el golpe y seguir sonriendo. A veces ni siquiera necesito mirarme en el espejo.


Creo que todavía tengo alma de adolescente, todavía me dan pataletas y siento que está a punto de rompérseme el corazón. Sinceramente pienso que nunca voy a dejar escapar esta capacidad para destrozarme por dentro, me hace sentirme viva. Y, en el fondo, reconozco que siempre me he sentido más guapa llorando. La belleza de un ser de cristal me roba el aliento.

26/7/08


Mejorando mi habilidad para sentirme estúpida.

22/7/08


Cristina tenía en la mente canciones, letrillas que iba repitiendo por la calle, entre dientes hasta que sin darse cuenta lucía sus vocales a voz en grito. Cristina bailaba en la calle, dejándose llevar por el saxo de la esquina. La primera vez que Alicia la vio, tarareaba a las margaritas de un puesto de flores.

21/7/08


La vida resuelta a los 23 años suena a película de terror de serie B.
He aprobado las oposiciones y he conseguido plaza.
Seré profesora de Lengua y Literatura en septiembre.
Hasta hace un año septiembre era mi mes preferido porque el 24 es mi cumpleaños.
Mi último cumpleaños lo pasé tendida en la cama, llorando, abrazando al hombre sencillo porque me habían roto el corazón.
Los corazones rotos, cuando pasa el tiempo, son algo así como un eco que no queremos escuchar.
Las olas del mar rugen como leones mansos, reverberándo en el espacio de la conciencia.
Debajo del agua el tiempo no existe.
Yo no existo.
Acaricio con los pies la trascendencia.

7/7/08


-Prepara la maleta, a las una paso a recogerte.


Primero he hecho una lista de todas las cosas que quiero llevar. Después he bajado la maleta roja, regalo de mis abuelos para las giras de teatro, del altillo y sin hacer mucho caso a la lista he comenzado a llenarla de vestidos. En verano tiraría todo lo demás y me quedaría sólo con los vestidos fresquitos. Después me he puesto a organizar los textos que tenía que pasar al portatil para continuar escribiendo a la orilla del mar la historia de mi Perséfone particular. He seleccionado dos novelas para quince días, con la esperanza de poder comprar otra en el puesto que ponen al lado de la playa, y he abierto mi moleskine nueva después de guardar la que llevo dos años usando.

Por último he guardado los zapatos, la cámara de fotos y todos los bikinis. ¡Y ya está! Voy corriendo a vestirme y a cruzar los dedos para que sea puntual.
Espero conseguir piratear internet para leeros a todos!

6/7/08


Abrázame muy fuerte,
he soñado que tenía roto el corazón.

4/7/08


Hoy comparto este café contigo. Cuando tengo tantas cosas por hacer y el polvo de mi dormitorio me amenaza con secuestros, escondido entre las montañas de libros y apuntes que definen la nueva geografía de mi habitación. Voy a derribar barreras de esta carrera de obstáculos para dirigirme firme aquí, todas las mañanas, todos los segundos en que el calor no me haga sudar desesperada anclando las palabras en el sopor. Me gusta el sonido de la mañana, el ruido de la obra junto a mi ventana, la señora que pasa tarareando a tantos metros de mí de camino hacia la tienda. Y mi madre trajinando por la casa como una sombra para que Javi no se despierte. Los pájaros, el aire todavía fresco.

Hoy comparto este café contigo, sin prometerte nada. No puedo darte nada más de lo que tienes. Pero miro, imaginando que miras, que miramos, que todos cruzamos sonrisas de recién levantados. Imagino un beso en la frente, una caricia. Y después vuelvo a ser yo, asfixiada, en último sorbo, recogiéndome torpemente el pelo para enfrentarme a mi día.

2/7/08


En la floristería de la esquina habían abierto una librería de viejo. Sofía bajaba todas las tardes, con sus ocho años en el bolsillo, a acariciar Cervantes, el gato del dueño, y a llevarse en el pelo el olor a jazmines y polvo. La puerta sonaba a cascabeles, y sus pasos inocentes a mariposas.