-¿Por qué está usted otra vez aquí? -preguntó con voz cansada-. Le he dicho ya mil veces que no llame a esta puerta, que aún no es la hora.
-Lo siento... pensé que mi reloj se había parado, sólo quería com...
-Pues no se ha parado, marcha bien -respondió interrumpiéndome con seriedad-, y no sé preocupe, de verdad, será usted la primera en enterarse cuando llegue el momento... -continuó con paciencia y un deje de tristeza.
-Ya no volveré a hacerlo.
-Siempre dice usted lo mismo.
-Es que siempre miento...
Después la puerta se cerró y se apagaron las luces. Escuché el ruido de los pasos perdiéndose en el corredor interminable y me senté en el escalón debajo de la noche. "Aguanto cinco minutos más y me largo", me autoconvencía mirando una y otra vez el reloj. "A menos cuarto me voy", y después, más tarde, pasaba a un "a las y cuarto ya no espero más".
Eran las cuatro de la madrugada cuando una sombra se acercó silente:
-¿Qué hace usted ahí, señorita? -inquirió una mujer llena de años.
-Esperando a que me abran -respondí señalando levemente hacia la puerta a mi espalda.
-¡Pero, tesoro, ahí no vive nadie, qué tontería! -se sorprendió la mujer frunciendo el ceño con preocupación-. No es cosa para niñas jugar con los fantasmas -me dijo tendiéndome una mano.
Pero la rechacé. Pensé que estaba loca. Miré otra vez el reloj. Seguí esperando. Amanecía cuando comenzó a llover y se rieron los gatos. A mí ni siquiera me importaba.
3 comentarios:
Si no es la hora..no es la hora.
Un beso
Joder.. Me encanta..
Hasta que hora espera?...
Repito, me encanta, transmite..
Sigue así
Menudo texto!!! me he sentido pequeño y abandonado.
Besos preciosos
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