
Luz se levanta más temprano que de costumbre, suele ir con la hora justa a todos sitios, pero a mitad de la pesadilla decidió cambiar la hora del despertador y besar la madrugada. Sube la persiana en silencio y abre la ventana de par en par para ventilar su dormitorio, después corre a la ducha descalza por el piso, sintiendo frío y miedo, sintiendo nada.
Luz en el espejo es una mancha borrosa que no se comprende, pero se abraza en la toalla con ternura de madre y se seca mecida por el abandono. Toma la ropa de la silla de ayer y se calza el abrigo más grueso que tiene y un buen café en taza de cerámica con fotografía de amantes en blanco y negro.
Luz abre la puerta sin hacer ruido para no despertar a los vecinos y sostiene el café en una mano que se queja del calor, sube las escaleras hasta la terraza y recibe la noche clara con espíritu de pobre diablo. Hay una muralla de tendederos y ladrillos hasta llegar al tejado, pero recuerda sus años de árboles y piedras, y trepa.
Luz es un gato entre las tejas marrones, acunada de abrigo y olor a café, recibiendo el amanecer con manos temblorosas y lágrimas suicidas. Es, en un instante, una clave de sol acorralada por un rayo que calienta nada más que su mirada. Es, al fin y al cabo, solo Luz, testigo muda de un milagro, desde lo más alto que puede llegar con el ruido de cristales rotos dentro del pecho.
Luz en el espejo es una mancha borrosa que no se comprende, pero se abraza en la toalla con ternura de madre y se seca mecida por el abandono. Toma la ropa de la silla de ayer y se calza el abrigo más grueso que tiene y un buen café en taza de cerámica con fotografía de amantes en blanco y negro.
Luz abre la puerta sin hacer ruido para no despertar a los vecinos y sostiene el café en una mano que se queja del calor, sube las escaleras hasta la terraza y recibe la noche clara con espíritu de pobre diablo. Hay una muralla de tendederos y ladrillos hasta llegar al tejado, pero recuerda sus años de árboles y piedras, y trepa.
Luz es un gato entre las tejas marrones, acunada de abrigo y olor a café, recibiendo el amanecer con manos temblorosas y lágrimas suicidas. Es, en un instante, una clave de sol acorralada por un rayo que calienta nada más que su mirada. Es, al fin y al cabo, solo Luz, testigo muda de un milagro, desde lo más alto que puede llegar con el ruido de cristales rotos dentro del pecho.
1 comentario:
El sol tb calienta tu mirada...y la casa queda menos fria!
Beijinhos
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