
29/10/09
19/10/09
18/10/09

Al principio el mundo no tenía nombres y esto hacía que todo fuese de todos. Ni siquiera existía la palabra compartir porque esa idea era inconcebible. Si alguien precisaba de algo, simplemente se acercaba y lo conseguía. Era fácil ser feliz.
Pero un día, apareció en el mundo una mujer que comenzó a inventar nombres para las cosas. Algunas de las palabras que utilizaba eran muy absurdas, pero a ella parecían hacerle mucha gracia.
Después de ponerle nombre a las cosas, la mujer comenzó a nombrar a las personas, arrancando bastantes temores en muchos corazones. Uno de los hombres que, sin explicarse por qué, se había enamorado de ella, comenzó a asustarse. Había dejado de ser feliz.
-Está haciendo que todas las cosas y las personas sean suyas –se dijo-, ¿y si llega el día en que otro hombre decide nombrarla?
Tenía miedo porque sabía que nombrar algo era poseerlo. Por eso, el hombre resolvió incumplir todas las normas que le enseñasen sus padres y se armó de valor para encontrar a la mujer y darle un nombre.
El problema es que no sabía qué nombre darle. ¿Cómo iba a encerrar todo lo que la mujer significaba en una sola palabra?
Finalmente el hombre tomó una decisión y, acercándose a la mujer que ponía nombres a las cosas, la llamó Mía.
14/10/09
11/10/09

8/10/09

Sé que tienes sed
de vengarte del dolor
con lo que sea,
de arrasar las despedidas
con un saco
cargado de fracasos y de ruinas.
Sé que tienes sed de manos
conocidas del camino
de tu risa.
Rompe el carro
de acumular golosinas,
ametrállame la boca,
acostúmbrate en la herida.
tienes dedos de cobarde
en tu alma,
trapecista.
1/10/09
