por primera vez
en una edición de periódico
amputada y probre
con papel reciclado
y veinte o treinta poemas.
tenía dicisiete años y él
estaba muerto, pero me amaba
como el chico de clase
como el chico del chat
como el amigo callado
de mi infancia al que nunca recordé.
me amaba
y por sus versos
andaba yo de puntillas
sobre tacones de estrellas:
otra y la misma
capaz de descifrar -sin la maestra-
el sentido absoluto
del poema. fue
un triunfo atávico, de pertenencia,
un salir de la caverna, un effetá.
dejé que la poesía me mirara.
me hice poeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario