tan llena de esperanza como un buque,
y no estabas.
te busqué en números, en calendarios
anotando el día
en que ibas a llegar para tener
listos los globos y la tarta,
la bienvenida,
pero no estabas.
entonces te busqué en la sombra
y el miedo se hizo en las habitaciones
y un hueco, tuyo, fue creciéndo dentro
de mi cuerpo expectante
-no sabía si con ruido de pájaros
o de tumba-.
llegaron los fantasmas, los espejos,
la vida de los otros convertida en una herida
abierta y fulminante
en la que meter las manos.
y no estabas.
te busqué en despachos tristes de hospitales
en silencios, tecnicismos, agujas, en pastillas,
tardes largas y temblores.
y no estabas.
de la mano del que amo me adentré en el hielo
en la gélida tundra
en lo azul paralizante
en la eternidad pausada y blanca, casi azul,
en el invierno más vacío de mi vida
donde no pude alimentar osos polares
ni alcanzar estrellas.
y, a pesar del viento, de la ciencia, del
dolor y del cansancio, grité tu nombre.
una y otra vez, una y otra vez tu nombre.
hija mía. hija
mía.
mi voz te despertó.
tú te giraste a mí, semilla helada,
tú te aferraste al fuego que tenía:
estabas.
ya no importaban el frío lacerante, ni la sangre,
ni la duda y ni la muerte, tú
estabas.
existías más allá de la palabra o el deseo,
más allá del vértigo y la luz,
criatura nueva hiciste
de la búsqueda un camino
y ahora, mamas.
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