26/12/11

guardaba caramelos en el zapato y pegatinas en el fondo roto de los abrigos. si le hubiese preguntado por qué hacía algo así, me habría mirado con incredulidad como si pensase que todo el mundo obraba igual que él. me gustaba mirarlo trepar a los árboles y lanzar piedras con puntería, sopesándolas primero entre los dedos como si un silbido musical acompañase a su gesto. una vez tuvo un chichón en la cabeza que le duró tres semanas por tropezarse durante una carrera. jamás mentía o de eso solía fardar cuando me hablaba del país que existía bajo tierra, lleno de tesoros, al que me llevaría alguna vez, dentro de poco. un día desapareció. creo que se mudó o algo así. todavía pienso en él cuando descubro algo fantástico. supongo que era su manera de mirarme, como si yo tampoco formase parte de este mundo. 

3 comentarios:

El Poeta Maldito dijo...

Se me vino la imagen de un peque.

Muy bueno.

Jo dijo...

Lo que puede hacer una mirada... no puede hacerlo nada mas.

candela dijo...

Me gusta!

Besos