Raquel necesitaba odiarme para aceptar mi amor, era algo que había aprendido con el tiempo. En su absurda concepción del mundo, Raquel no era capaz de asumir que la devocionase, para ella era más fácil pensar que le estaba haciendo un favor manteniéndola a mi lado. Al principio fue horrible. Si le llenaba el mundo de milagros, si trataba de conquistarla con mis detalles, Raquel se sentía horriblemente desgraciada. Por eso empecé a fingir que me olvidaba de su cumpleaños, comencé a dejar mi ropa sobre la cama, abandoné la costumbre de besarla. Ella se recuperó. Volvió a amarme a su manera desesperada e inauguró sus intentos frustrados de envenenarme.
16/9/10
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3 comentarios:
Joder que "peazo" texto A. Eso sí, duro de narices.
Besos admirados
El lastre del desamor pesa...
me gusta, a veces da miedo que te quieran tanto, miedo a acostumbrarte y a que puedan dejar de hacerlo...
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