3/9/10

Él sabía que podía destrozarme la vida haciéndome desgraciadamente feliz. Conocía los riesgos que yo corría, pero no estaba seguro de querer aceptar los propios. 
 -Después te marcharías y me odiarías para siempre -solía pensar en voz alta mientras nos entreteníamos en algún absurdo cotidiano. Yo me quedaba callada para no decirle la verdad, quizá porque la desconocía.
Durante la noche, su respiración irregular en la habitación contigua me convertía en insomne. Había calculado a la perfección los pasos que me separaban de su cama, sabía exactamente qué le diría y conocía de antemano su respuesta. Pero me clavaba de piedra en mi colchón y aguardaba al alba, porque podía ser que él tuviese razón y yo me marchase odiándolo...
También cabía la otra posibilidad, la que me aterraba de una manera insoportable, la de no ser capaz de resistir la tentación y vender todos mis sueños por un rinconcito en su cuerpo. 

3 comentarios:

Roberto dijo...

la última frase guárdala bajo llave, es deslumbrante..me dejaste acojonado

un beso

DANI dijo...

mmmm buff mujer me has desmontado con este texto.

Que comes para desayunar y escribir así ;))

Besos envidiosos

MâKtü[b] dijo...

Destrozar la vida haciendonos feliz...mira que suena paradógico, y nunca pudo ser más real...