2/12/09

cadencia

Llevaba la bata roja anudada torpemente sobre su cuerpo desnudo. Tenía la piel pálida por el frío y las mejillas levemente sonrojadas. Observé cómo se recogía el pelo en la nuca con sus dedos temblorosos. Se miró en el espejo con curiosidad y descubrió el rubor en sus pómulos helados. Sonrió haciéndome estremecer, llevaba tanto tiempo sin hacerlo así, con inconsciencia. Y se vio bien, lo supe, a pesar de los ojos hinchados y de los labios heridos, hubo un instante en que fue feliz con esa imagen. Entonces pareció clavar su mirada en mí, aguardando a su espalda, cerró los ojos lentamente y dobló la cabeza cediéndome su cuello largo, congelado. Aguardó unos segundos así, quizá unos minutos, a mí el tiempo se me hizo interminable. Después volvió a mirarse y recuperó con tristeza su aspecto original, uno de sus mechones se escapó del improvisado peinado para ocupar el lugar que debía haber inundado mi beso. Apretó los labios y arrojó la bata al suelo. En ese momento sólo había un pensamiento en mi cabeza. Sólo uno. Sólo un deseo: “ojalá no estuviese muerto”.

4 comentarios:

DANI dijo...

Bups! que final, de ninguna de las maneras me lo esperaba. Hoy has sido realmente dura.

Besos sin miedo

Espiritu Zen dijo...

Bufff!!! gracias a ti por escribir estos textos. Un final totalmente inesperado, con un toque de tristeza y resignación.
Me alegra que te hayas pasado por mi blog.
Te sigo

Un abrazo!!

Gabiprog dijo...

uif

tengo alguna cosa en la cabeza como este magnifico microrelato!!

MâKtü[b] dijo...

un jarro de agua fría...