10/12/07

email a nacho (canalla)


Tengo un ataque de melancolía, de esos que nacen en invierno y ya se van desnudando hasta llegar el verano. Supongo que es el tiempo de hacer las cuentas. No sabía a quién escribir. Debería estar trabajando. Tú me escuchas, lo sé, tienes costumbre. ¿Por qué todo está tan gris? Y a mí me gustaría ponerme el disfraz de lavanda y murmurar palabras bonitas como ajonjolí en el oído de alguien. Pero todo pesa extrañamente, como si congelándome de aliento me rodeasen todos los sueños que me olvido al despertar. El otro día me probé un vestido de bailar tango, por lo menos eso me parecía encerrada en el probador mirándome los pies en el espejo, aunque de alguna manera extraña y cruel, a lo disimulado, debía hacerme gorda, porque lo dejé en la tienda y ahora no dejo de pensar en él como si fuese un amante despechado que no deja de llamarme. Hemos decorado toda la casa para navidad. Cada día ponemos algo nuevo y yo pienso en las felicitaciones, en los regalos, vuelve a darme pereza. ¿Recuerdas cuando me encantaba la navidad? No sé quién es ésta, a veces. Hace demasiado sol, supongo, necesito un poquito de lluvia para saltar en los charcos y gritar desnuda en la ducha. Me siento en una espera constante. Hoy he mandado dos cartas por correo ordinario y me ha costado tanto trabajo que parece imposible creer que antes escribía cartas todas las semanas. Tengo hasta un papel bonito para personas especiales y al final siempre acabo escribiendo en folios blancos, con bolígrafo de propaganda y prisas. Luego nunca sé lo que contar. ¿Qué tal por casa? Todo sigue bien. El tiempo no pasa en los pueblos de provincia, por muy cerca que estén de la capital con catedral y cines. Han abierto un corte inglés nuevo, creo que ya te dije, y vamos en peregrinación como los personajes de Asimov, sin darnos cuenta. Compré una cámara de fotos, roja, como todo, y perdí toda una tarde retratando a mi hermano como si supiese usarla. El poeta sigue azul sobre el escritorio, la paleta gráfica está cogiendo polvo y el movil se carga mientras escucho música para intentar animarme, no sirve de mucho. Hay agua y lápices y un aire como de losa en el dormitorio, en el pasillo, en toda la casa vacía y oscura en esta hora entre amarilla y gris que imita los amaneceres tristes. Debería salir a sentir el frio maltratándome los huesos, como bofetadas, poner los pies en tierra y dejar de jugar a esconderme entre rincones olvidados. ¿Dónde me llevaré? Sueño con personas que ya no existen y con recriminaciones, escucho aquella canción de Silvio y no sé ya situarme. Recuerdo un poemario por despecho y la última vez que me rompieron el corazón, pero parece cosa de otras que no me pertenecen ya. Me voy desgajando olvidándome en las bocas que una vez hablaron de mí. Menuda parrafada. Tengo la agenda colmada de citas. Cosas que debería hacer. A lo mejor la tiro desde la ventana para ver cómo se abre y vuela hasta el descampado de detrás de casa, son capaces de salir disparadas las palabras a pegarse en mi cristal continuamente. Recuerda. No te olvides de. La última vez que pongo esta fecha. Debería irme ya a trabajar callada mientras la música triste de discoteca retumba en mis altavoces cascados anunciando al circo. Ay, señor, tengo que limpiar la casa, menuda pereza.

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