28/11/24


de madrugada
con la fascinación de los niños eternos
te asías a mi pecho en la pesadilla, vampira
insaciable, y mamabas, mordías, mamabas
aferrándote con prisa, con violencia, con
la sed desesperada y real, de la vigilia;
el pavor me embargaba, no podía huir
de tu exigencia.
después, tus manos se llenaban de cristales
-restos de mí- y el miedo cambiaba de motivo,
mi regazo se hacía barco; la voz, nana;
y, olvidada de mí, te cantaba y te libraba 
del dolor.


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