31/12/07


De borrón y cuenta nueva.


Se supone que, de alguna extraña manera, tengo que replantearme mi vida en verso porque hoy es 31 de diciembre. Todo el mundo se pone a echar cuentas, qué voy a cambiar, qué hice mal, qué puede mejorar, cuáles fueron mis grandes logros, el mejor día del año, la mejor imagen, la peor jugada, la noticia más alarmante o el sonido peor sostenido. No importa, el caso es echar la vista atrás y hacer algo así como un complejo problema matemático que al final nos sitúe en la absoluta convicción de que el año próximo será mejor. (Suspiro)


Yo no suelo mirar atrás, por lo menos no durante demasiado tiempo. A lo mejor tardo lo que un parpadeo en pensar en ayer o antes de ayer. Me da pánico el tiempo. Me da miedo mirar atrás y no reconocerme. O mirar atrás y encontrarme de frente con aquella llantina, aquel tachón en el corazón, aquella vieja injusticia que ya no tiene nombre. Me aterroriza "el sentido de la vida". (Sonrío divertida).


Tampoco me gusta mirar hacia delante y suelo contestar a todos los test que no cambiaría nada de lo que he hecho en mi vida porque cada una de las decisiones que he tomado me ha llevado irremisiblemente a este momento. No hay que engañarse, no es una especie de "carpe diem" ni nada por el estilo. Me engaño más bien viviendo en un purgatorio sin movimientos ni cambios bruscos. Así mi cabeza se entretiene con otros detalles lejos del ir y venir, lejos del ascender o bajar, del dormir o despertarme. Sé que no es demasiado bueno, pero en realidad mi indolencia me impide sentirme culpable. (Pienso un poco y me pregunto a quién le interesarán todas estas tonterías).


Tengo delante de mí un espejo urgente que sólo me mira suplicante y yo le grito "¡Por favor!" con tono cansino y reticente. En realidad no sé qué quiere de mí. Pero si está intentando que abra alguna puerta, algún diario, que relea unas notas, que descubra una fotografía, que le alcance viejas facturas... lo tiene claro.


Sólo puedo pensar, al final, enfurruñada, que no tengo vestido para bailar, que no puedo ponerme tacones y que a nadie podré seducir con mi mirada de sueño tras las campanadas. (Me río y decido que ya no voy a seguir escribiendo más tonterías).

29/12/07


Están sentados en el sofá viendo una película para adolescentes. Ella está recostada sobre él, con la cabeza en su hombro y abrazada a su brazo. De vez en cuando, sin darse cuenta, le toma la mano y dibuja en ella círculos con sus dedos. Se detiene en cada arruga, sorprendida por detalles que no había descubierto antes. Pero siempre para pronto, sabe que a él le molesta de una manera muy cómica que le hace salir de sus casillas. Las caricias lo ponen tan nervioso que le dan ganas de gritar. A ella le gusta tanto acariciarlo que casi siempre se olvida.

Él empieza a moverse en el sofá, reajusta los cojines, se coloca la ropa. Ella, tras cada gesto, se abraza más a él, respirando su olor para guardárselo muy dentro. Huele a recién salido de la ducha y a cansancio. Cuando no la mira, ella se ensimisma con la comisura de sus labios, con la barba que empieza a brotar de nuevo como cesped joven, con la forma tierna de sus diminutas orejas, la línea de su cuello, las pestañas largas...

Él vuelve a moverse en el sofá.
-Ay,-se queja-. ¡Qué agobio, por Dios! -Resopla- ¿Qué te pasa últimamente que estás tan enamorada?

Ella se aparta el otro lado del sofá, se agarra las rodillas con las manos y las mira. Llora muda de desgarro y frustración. Él se estira por el rabillo del ojo y vuelve a ponerse cómodo, se ríe y tira de ella despreocupado para volverla a traer a su lado.

Están sentados en el sofá viendo una película para adolescentes. Él es de piedra y sol. Ella es de charcos y lee demasiado.

28/12/07


Nueva resolución referente al beso según la Orden de 27 de Diciembre de 2007.
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1. Cada beso debe ser el primero y el último.
a. Están prohibidos terminantemente los besos por costumbre. Los besos rápidos delante de gente deben ser totalmente abolidos por un beso corto y tierno que detenga el tiempo un segundo inmenso.
b. No se puede besar como se parpadea, el beso debe ser cada bocanada de aire deseada.
c. Si un beso no pone las mariposas de nuevo en mi estómago, tendrá que realizarse un ensayo a prueba-error hasta que se consiga el temblor de rodillas deseado.
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2. Un beso en los labios debe tener como mínimo la misma intensidad que un beso en el cuello (o un bocado).
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3. Los besos en los párpados deben ser lentos y deliciosos, acompañados de caricias en la nuca, siempre.
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4. Se concederán ayudas especiales a aquellos besos que observen en su realización:
a. Caricias en la nuca.
b. Manos recorriendo la espada.
c. Mano firme y tierna levantando la barbilla.
d. Dedos enredados en mi pelo.
e. Tu olor en mi cuello.
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5. Los besos en las muñecas serán siempre tenidos en cuenta cuando estén cargados de deseo y simplicidad.
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6. Los besos en la comisura de los labios, siempre que atiendan al punto 1, deben desarmar, hundir y desarticular por completo mis resistencias en un juego complejo de acercamientos y fugas que me ponga de los nervios y me haga perder el sentido de la mesura.
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7. Serán considerados nulos los besos apretados de despedida con prisas, de saludo con ganas de sentarse en el sillón a ver el televisor, de cumplir delante de desconocidos.
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8. La resolución tomada entrará en vigor en el momento en que la encuentres, hasta entonces, temblaré de frustración y ansiedad buscando las mariposas que me olvido.
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(Vas a enrojecer y a tomarme por estúpida. Necesito tanto que me ames como en las novelas...)

21/12/07


Declaro entre confusa, llorosa y enfurruñada:


Estoy cansada de ser siempre la bruja.




19/12/07


A Elena le contaron en el cole la historia de la navidad. Estuvo dándole vueltas durante todo el recreo, incluso se sentó al sol con las piernas cruzadas para pensar mejor. Cuando su madre pasó a recogerla, Elena no podía dejar de mirarla entre sorprendida y extrañada. La mamá de Elena tenía ya la barriga muy gorda de su noveno mes de embarazo y Elena solía acercársele y gritar "¡Hermanito, sal ya!", pero aquel día mantuvo las distancias. La mamá de Elena notó que la pequeña la miraba de reojo, poniendo aquella cara concentrada, igual que cuando dibujaba sobre la alfombra.
Al llegar a casa, Elena corrió junto al portal de Belén que habían montado en el salón, miró la barriga de María y después al niño sobre el algodoncito blanco, se rascó la cabeza y suspiró.Después de comer, la mamá de Elena se quedó dormida en el sofá, fue el momento que la niña aprovechó para llevar a cabo su plan: cogió del portal la mula y el buey. Con mucho cuidado puso las figuritas una a cada lado de la cabeza de su mamá y empezó, muy bajito, a cantar villancicos. Su padre la miró de reojo y sonrió ampliamente.
-¿Qué haces?- susurró para no despertar a su mujer.
-Shhh...-le riñó la niña-. En el cole me han dicho que la Navidad no empieza hasta que no nazca el niño, así que si nace ya, ya es Navidad.
El padre de Elena aguantó como pudo una carcajada.

17/12/07


Lo vi en Sevilla, en el autobús 5 que nos llevaba a Marina y a mí al centro. Iba sentado en frente mía, pero en medio había una pareja que nos daba la espalda. Era moreno, de pelo y de piel, con los rasgos rectos, hermosos, que lo habrían convertido en galán de película española si hubiera nacido un poquito antes.
Me fijé en su pelo negro, de ese tipo de pelo fuerte, indomable, que tienes que llevar siempre recortadito porque sino parecerías un león. Llevaba un corte de los de siempre, de los que nunca dejarán de hacerse en las barberías sevillanas. Un corte masculino, de torero, surcado ya por alguna cana.
Los ojos negros, tristes, con unas pestañas tan oscuras que parecía que se había entretenido perfilándoselos con lápiz. Unas pestañas de esas que hacen viento. Las cejas perfectas, relajadas y tranquilas sobre la mirada perdida. La nariz pasaba completamente desapercibida y la boca era pequeña o del tamaño justo para besar. Una boca para cantar coplas bajo las ventanas o beber agua del chorro de las fuentes entre los naranjos.
La piel tan morena y tersa que aún mantenía los rasgos de una juventud no muy lejana. ¡Qué guapo debió de ser con su altura y sus hombros estrechos! Enamorando extranjeras y prendado de una sevillana de padres panaderos.
Va abrazado a su acordeón, un instrumento de historias, callado con teclas negras y una pegatina de purpurina plateada que reza "merry christmas" sobre el lacado marrón. Él sopla sobre las teclas, acariciando, despidiendo al polvo que se acumula en las ranuras y en su mirada de pestañas largas.
No puedo parar de mirarlo, tan contenido. Su voz debe ser grave, segura, pero no habla mucho, no suele hacerlo. Por eso le gastan bromas los amigos de toda la vida en el bar de barrio donde se toman los carajillos. Le decían el filósofo, de joven, cuando soñaba despierto que todo era posible y repartía de igual modo música y reflexiones en la Encarnación.
Supongo que su acordeón sonará triste. Cuando bajo del autobús él continúa su viaje y, al volver la vista, veo que se ha sentado donde estaba la pareja. Mira a lo lejos, absorto, por la ventanilla.

12/12/07


No, no te quiren, no.
Tú sí que estás queriendo.
(Salinas)



¿Sabes cuando sales de la ducha y te das cuenta de que no te has quitado todo el jabón? Me refiero a ese momento en que descubres en el espejo que tienes, sobre el desnudo, un costado blanco de burbujas que, a la luz de la lámpara, no se parece en nada al explendor de aquella barba de espuma que te ponías de pequeño cuando tu madre te dejaba jugar en el agua.


Entonces experimentas una sensación comprometida. Por una parte no quieres volver a la ducha, bastante te ha costado despedirte de la lluvia tranquila y contínua. Además no sabes si el agua saldrá caliente todavía o si tendrás que esperar de nuevo. Pero, por otro lado, la idea de llenar tu pulcra toalla de espuma tampoco te satisface. Va un poco contra las normas. No hay que negarlo, uno con la toalla sólo se quita el agua. De hecho es el agua la que quita la espuma, es una cadena de favores. Así que algo en todo el proceso ha salido mal.


Al final olvidas tus principios, haces un gesto con la cabeza y te envuelves en la toalla. Qué remedio.


Yo siempre me siento, liada, a esperar a que el agua se evapore de mi cuerpo. A veces me miro la boca en el espejo, a veces canto alguna canción y me embadurno en crema. Otras me arazo a mí misma y me permito sollozas en ese espacio íntimo donde nadie me interrumpe ni me pregunta.


Maldita espuma.

11/12/07


Arrásame, si te lo pido bajito.
Tengo melancolía y nostalgia,
sed de venganza y ganas
de gritar por la ventana.

10/12/07

email a nacho (canalla)


Tengo un ataque de melancolía, de esos que nacen en invierno y ya se van desnudando hasta llegar el verano. Supongo que es el tiempo de hacer las cuentas. No sabía a quién escribir. Debería estar trabajando. Tú me escuchas, lo sé, tienes costumbre. ¿Por qué todo está tan gris? Y a mí me gustaría ponerme el disfraz de lavanda y murmurar palabras bonitas como ajonjolí en el oído de alguien. Pero todo pesa extrañamente, como si congelándome de aliento me rodeasen todos los sueños que me olvido al despertar. El otro día me probé un vestido de bailar tango, por lo menos eso me parecía encerrada en el probador mirándome los pies en el espejo, aunque de alguna manera extraña y cruel, a lo disimulado, debía hacerme gorda, porque lo dejé en la tienda y ahora no dejo de pensar en él como si fuese un amante despechado que no deja de llamarme. Hemos decorado toda la casa para navidad. Cada día ponemos algo nuevo y yo pienso en las felicitaciones, en los regalos, vuelve a darme pereza. ¿Recuerdas cuando me encantaba la navidad? No sé quién es ésta, a veces. Hace demasiado sol, supongo, necesito un poquito de lluvia para saltar en los charcos y gritar desnuda en la ducha. Me siento en una espera constante. Hoy he mandado dos cartas por correo ordinario y me ha costado tanto trabajo que parece imposible creer que antes escribía cartas todas las semanas. Tengo hasta un papel bonito para personas especiales y al final siempre acabo escribiendo en folios blancos, con bolígrafo de propaganda y prisas. Luego nunca sé lo que contar. ¿Qué tal por casa? Todo sigue bien. El tiempo no pasa en los pueblos de provincia, por muy cerca que estén de la capital con catedral y cines. Han abierto un corte inglés nuevo, creo que ya te dije, y vamos en peregrinación como los personajes de Asimov, sin darnos cuenta. Compré una cámara de fotos, roja, como todo, y perdí toda una tarde retratando a mi hermano como si supiese usarla. El poeta sigue azul sobre el escritorio, la paleta gráfica está cogiendo polvo y el movil se carga mientras escucho música para intentar animarme, no sirve de mucho. Hay agua y lápices y un aire como de losa en el dormitorio, en el pasillo, en toda la casa vacía y oscura en esta hora entre amarilla y gris que imita los amaneceres tristes. Debería salir a sentir el frio maltratándome los huesos, como bofetadas, poner los pies en tierra y dejar de jugar a esconderme entre rincones olvidados. ¿Dónde me llevaré? Sueño con personas que ya no existen y con recriminaciones, escucho aquella canción de Silvio y no sé ya situarme. Recuerdo un poemario por despecho y la última vez que me rompieron el corazón, pero parece cosa de otras que no me pertenecen ya. Me voy desgajando olvidándome en las bocas que una vez hablaron de mí. Menuda parrafada. Tengo la agenda colmada de citas. Cosas que debería hacer. A lo mejor la tiro desde la ventana para ver cómo se abre y vuela hasta el descampado de detrás de casa, son capaces de salir disparadas las palabras a pegarse en mi cristal continuamente. Recuerda. No te olvides de. La última vez que pongo esta fecha. Debería irme ya a trabajar callada mientras la música triste de discoteca retumba en mis altavoces cascados anunciando al circo. Ay, señor, tengo que limpiar la casa, menuda pereza.

9/12/07


Se vengó de mí por abandono,
en ausencias.
Por no decir estoy dispuesta.


Esperar le creció unas alas
para llamar a las puertas
cercanas a su casa.
Yo lo quería sólo
para que me quisiera,
y quererlo a ratos
cuando ya no me quería
ni desnuda en el espejo.


Hoy lo sueño convencido
y me arrepiento, me desmiento
con un éco en el estómago
que sabe a otra vida
debajo, en esa ciudad,
visitada a medias
entre duermevelas.
Donde sí nos permitíamos
miradas, silencios, fantasear
con hijos como amantes.


Se vengó de mí por abandono,
por darlo en adopción
y sonreírle en amenazas
con fechas de caducidad fingidas.


Hubo un mes que, mintiéndome
en la boca, me cruzó la cara.

3/12/07



Resonaban hace poco en mi cabeza –o quizá nunca dejaron de resonar- aquellos versos de Salinas que solían decirme de manera constructiva: “se te está viendo la otra”. Sorprendiéndome a mí misma me di cuenta de que por fin no se me veía la otra casi por ningún rincón de lo que somos. Me descubrí “la frágil” por fin a la vista del mundo. Sonreí ampliamente y seguí caminando. De alguna manera me liberé sin darme cuenta. Es una de esas recreaciones de nosotros que construimos cada cierto tiempo y acompañamos de un cambio de zapatos, unos pendientes nuevos o un nombre distinto.













Estaban los dos callados, mirando hacia el infinito. Él se volvió y en el silencio, mirándola compungido, confesó:
-Estoy enamorado de otra tú.
En ese momento sentí sintió que un vaso de cristal se destrozaba contra el suelo. Respiró hondo y haciendo uso de todo su equipaje de mentir, mandó hacia el fondo de los ojos el grito que amenazaba con escaparse.
-¿Qué?- No sabe si preguntó mirando sus ojos tiernos para esa otra, que la vendía atronadora.
-Hoy he visto una foto de Roma.
Qué, dónde, cómo. El cristal llenando el suelo y las maletas rebosantes de secretos. Ella callada.
-Me ha dado un vuelco el corazón, estabas tan guapa…-sonríe-. Déjate el pelo largo otra vez, por favor.
-Claro que sí –murmuró y volvió la vista hacia el infinito.
Dos suspiros escaparon, uno hacia cada mejilla, de incógnito, en camino hacia la boca. Él no se dio cuenta del terremoto, la lámpara dejó de moverse y, despacio, barrió sola los cristales rotos.
Dejó la cremallera a medio echar. Por si acaso.










Eres muchas.
Sí, demasiadas.

29/11/07




Cada vez asumo más que me está negada la trascendencia, todos los meses se me recuerda de forma brutal mi unidad básica y cruel con la tierra.




Atada de pies y manos, con dolor de cabeza.

27/11/07


terrenal... sólo puedo cantar en la ducha:


corazón de barro y timidez
a fuego lento deseándome
perdida entre las páginas en blanco, amor
escucho la mirada de otro amanecer
desnudo tras las sombras de mi propia desnudez
corazón de barro y timidez
esperando puertas para concederme
el último suspiro
el último respiro...
tengo la esperanza de arrasar tu piel,
corazón de barro y timidez.



22/11/07


Había una vez un niño-hombre soñando la orilla del mar, no a la orilla del mar, no, soñando la orilla del mar. Nada más despertarse soñaba la orilla del mar, después de ducharse soñaba la orilla del mar, durante el almuerzo soñaba la orilla del mar, y así contínuamente hasta quedar agotado de mirar el horizonte. El niño-hombre estaba muy preocupado porque en su orilla del mar no rompían olas, ¿y qué era una orilla del mar sin olas? Así que dejó todo e inició una búsqueda ciega de las olas de su orilla, recorrió todas las costas conocidas y desconocidas y nunca lograba encontrar entre aquellos peñascos bañados de sal la orilla que no dejaba de soñar. Hay que decir que hubo una vez que el niño-hombre se cansó de buscar y estuvo a punto de abandonar, pero entonces un poquito de mar le besó el dedo gordo del pie y recobró las fuerzas para seguir caminando. Pronto comenzó a darse cuenta de que en las orillas del mundo había conchitas marinas y caracolas, desde ese momento, en los pueblos, lo conocían como el niño-hombre de la red de tesoros, porque llevaba siempre a la espalda una redecita llena de los pequeños milagros que iba encontrando por las orillas. Sin darse cuenta, el niño-hombre, había dejado de obsesionarse con la orilla de su mar y había comenzado a disfrutar de cada uno de sus viajes con los pies llenos de arena. El niño-hombre era feliz y, sentado bajo el atardecer, sintió una ola gigante y extraña que lo arrasaba por dentro llenándolo todo de sal y de besos. No supo jamás si aquella era la ola que había estado buscando de la orilla de su mar, pero se sintió complacido.




(yo te escribo un cuento, luar)

20/11/07

cuento que le llevé a Lucía de regalo


Había una vez una princesa muy guapa y con una larga melena negra que siempre llevaba recogida en una trenza. "Hay que ver esta niña", decía su madre la reina, "como no te sueltes el pelo no vas a encontrar jamás marido". Lo que no sabía la reina es que la princesa no tenía ninguna intención de esperar a que todos los príncipes de los reinos vecinos quisiesen casarse con ella. De hecho ya había demostrado su habilidad para sacarse un moco en presencia de uno de los príncipes que había acudido al castillo a pedirle la mano. De todas formas pocos príncipes se iban con ganas de casarse con ella, era innegable la belleza de la princesa, pero todos sentían que la princesa era más valiente, más lista y más atrevida que ninguno de ellos. Y como buenos cobardicas no querían tener una mujer de la que se dijese que era mejor que ellos en todo.

Un día, aprovechando que su padre estaba reunido con sus consejeros, la princesa cogió su caballo y salió a cabalgar, porque deseaba sentir la fuerza del viento en su cara. Cuando se acercaba al bosque escuchó un fiero rugido y pensó que debía de ser el grito de triunfo de aquel dragón que había estado molestando a los campesinos de su reino. Muy dispuesta, la princesa ató su caballo en un árbol y, con la espada en la mano, se adentró en el bosque por si aquel malvado dragón había capturado a algún inocente.

Primero vio al dragón entre los árboles y pensó que era enorme. Después, al acercarse, encontró un problema bastante más importante: el dragón tenía unas alas tan grandes como tres casas con piscina y si intentaba atacarlo seguro que echaría a volar y la asaría como a un pollo de feria con el fuego de sus fauces. Así que la princesa echó mano de su capacidad para solucionar problemas y volvió a la carrera hasta su caballo. ¿Pensáis que iba en busca de más ayuda? ¡No! La princesa iba corriendo a por su larga cuerda, cuerda con la que pretendía atar las alas del dragón.

De vuelta en el bosque la princesa decidió que desde lo alto de un árbol le sería mucho más fácil atar las alas del dragón y con la cuerda colgada del hombro, trepó y trepó hasta los dominios de los pájaros perezosos. Desde la copa del árbol y con un sigilo propio de un ratoncillo, la princesa fue atando poco a poco las alas del dragón haciendo uso de su maña y tino, con la suerte de que en un periquete había terminado.

Jamás se ha visto un dragón tan mosqueado como aquel cuando descubrió que no podía abrir las alas. A decir verdad, este dragón era un poco hipocondríaco y en primer lugar pensó que tenía algún tipo de pinzamiento o algo mucho peor. Así que la princesa aprovechó sus cavilaciones para saltar sobre su cabeza y encaramarse con sus piernas al cuello de fiera. Esta vez los rugidos sí que eran terribles. Pero la princesa acabó pronto con ellos, levantó su espada alzándola con las doz manos y ¡zas! Punto y final.

El pobre dragón hipocondríaco del que evitamos compadecernos cayó cuan largo era y quedó con los ojos cerrados como un bendito. La princesa descubrió su tripa llena de monedas, pero además, el cuerpo de un muchacho tendido en el suelo junto a una de sus patas. Nuestra protagonista corrió a ver si aquel desgraciado estaba muerto y al darse cuenta de que estaba vivo le dio un poquito con el pie para despertarlo y después dos buenas bofetadas porque no reaccionaba.

"¡En guardia!", gritó el muchacho haciendo que la princesa se sentase de culo de la risa. Después de disfrutar un poco de la cara de asombro del muchacho, la princesa le relató lo que había pasado. "Eres la persona más valiente que he conocido", afirmó sinceramente el muchacho quitándose su medio sombrero medio gorro. Después la princesa le mostró el vientre lleno de monedas del dragón y entre los dos decidieron llevar todo ese dinero a los campesinos que habían sufrido a manos del dragón para que reparasen sus campos y casas.

Cuando la princesa volvió a casa por la noche, llena de barro, despeinada y desconocible, el rey se levantó de un salto gritando "¡La han asaltado, dios mío, la han asaltado!". Pero cuando la princesa le contó la verdad sobre lo ocurrido, el pobre monarca se desmayó sobre su trono el muy blandengue. La reina, sin embargo, mandó llamar a algunos hombres de la guardia y les ordenó comprobar si la historia que contaba su hija era verdad. Cuando todos en el reino supieron lo ocurrido y se demostró la veracidad de los sucesos, los reyes proclamaron unas fiestas que duraron tres días.

El último día de la fiesta el rey llamó a su hija junto al trono y le dijo que alguien más había ido a pedir su mano. La princesa suspiró enfadada y esperó al nuevo pretendiente. Su sorpresa fue enorme al descubrir que se presentaba en el salón real el muchacho al que había rescatado del dragón. "¡Si sabéis que es un panadero! ¿Vais a dejarme casarme con él?", preguntó la princesa entre sorprendida y emocionada. "Será un panadero, pero es el único que ha venido a este reino que no se asusta de tu valentía que acepta que serás mejor que él todos los días", respondió el rey. "Así que le concedo tu mano".

"Alto, alto", se quejó la princesa en un arrebato feminista, "me casaré si quiero".

14/11/07


Mejor agarro bien los pájaros y los ato con cariño... me siento en una nube y canto canciones tontas que me llenan el estómago de nervios... chin, chin!!!

12/11/07




Tengo demasiados pájaros en la cabeza,
quiero una escopeta
y la sangre fría suficiente
para sacrificar unos cuantos.

9/11/07


Discurso a la argentina de un sabio en mi cabeza mientras espero a la inspiración haciendo el tonto:


¿Acaso pensaste en lo que los demás dirían si te vieran así? ¿Acaso caíste en la torpe cuenta de pensar que el amor era para siempre? ¿Acaso creíste en las hadas? Me temo que no entendiste la verdad sobre la vida, me temo que interpretaste los signos de manera confusa, que mezclaste lo elemental con lo insuficiente y te conformaste con un sueño tildado a menos. ¿Creíste de verdad que existía lo eterno? Falacias, sólo falacias y trocitos de papel oliendo a besos. Tenés que hacer caso al consejo del sabio, miráme, soñadora, nada existe fantasías.

7/11/07


Juegos de biblioteca con un descubrimiento:


Lo nuestro comenzó in extrema res,
por eso, cuando tú me adivinaste,
yo te tenía más que visto
y el final sonaba ya manido.


Que apatía da no tener más que folios blancos que llenar de letras grises. Quiero una casa desierta, un escritorio y un ser misteriso que me llene la nevera y me compre vestidos (jajajaja). Aburrida de soñar desde el sillón azul frente a la mesa de pino. ¿Quién le vendió todo mi tiempo a los hombres grises?

3/11/07



Tengo las manos frías como garras.
(y al decirlo me parecen las garras
calientes de abrir en las profundidades
rojas buscándote).

31/10/07


Estaba embarazada. Lo sabía desde hacía poco tiempo. Tres meses y la barriga casi no se notaba. Lo notó el zorro que siempre iba conmigo y que me hablaba de mí misma. Él fue el primero en darse cuenta y en lamerme la mano cuando concibió mi pánico. Allí, en nuestra guarida, en nuestra caja de zapatos al anochecer, durmiendo entre papeles, sentados en un botón. El terror me había recorrido la médula espinal al descubrirlo. Él se enteraría, me buscaría aún con más ahínco y finalmente daría conmigo. Estaba segura.
La espera no se hizo demasiado larga. Andaba por el césped en los jardines del campus, de camino a otra de las reuniones en las que intentaría averiguar más cosas sobre el zorro que conocía mi alma. Una luz amarilla cubrió por completo al animal, como un foco trágico de teatro, en picado, y tras gemir y removerse mirándome con sus ojos cristalinos, expiró sobre la hierba alargando sus patitas hacia mí. Él me había encontrado.
Comencé a correr con el corazón loco de terror y llegué a uno de los barrios de las afueras de la ciudad. La marea comenzaba a subir en los canales y todo se teñía de grises y negros. Había unos barriles y me acurruqué detrás de ellos a pensar en mi pérdida. Mi barriga era tan normal, tan como siempre, que parecía mentira que pudiese estar embarazada. Unas voces surgieron de la taberna y todo mi cuerpo se tensó, alerta. Eran ellos, eran sus hombres. ¿En qué estaba pensando cuando decidí dirigirme a ese lugar? Los latidos de mi corazón me delatarían en cualquier momento. Sólo tenía dos opciones, correr y lanzarme al mar o confiar en mis pies y volver a la carrera por donde había venido con la esperanza de que aquellos hombres no pudiesen darme alcance. Cada vez estaban más cerca. En ese momento comencé a ver las velas de un barco pirata que atracaba en el puerto frente a la taberna. No parecía una de sus naves. Quizá encontrase socorro en su interior.
Me lancé a la carrera y salté al interior del barco. Los dos hombres me vieron y corrieron en pos mía. El capitán del barco era una mujer, rubia, de pelo rizado. A gritos me pidió que me identificase mientras me apuntaba con su sable. Las palabras no salían de mi boca. La miré desesperada, miré hacia atrás a los hombres que me perseguían y volví a mirarla. Ella lanzó un gruñido, arrugó el ceño y se encogió de hombros.
-Corre hacia la parte de detrás.
Ella sola se lanzó a la pelea con aquellos hombres que me seguían, dándome la posibilidad de saltar a la calle que salía detrás del barco. No sé por qué lo hizo. No sé si nos conocíamos quizá de otra vida, si nos debíamos algo. Si me ayudó por ser una mujer o si sabía que esperaba un hijo. En realidad no lo pensé demasiado y me lancé a la fuga.

Encontré, en un parque lleno de árboles enormes, un balcón en el que acurrucarme a descansar. Pronto se haría de noche y no tenía a donde ir. No podía volver a mi casa. Seguramente él ya la hubiese tomado. Los canales no eran ya un lugar seguro para mí y sólo me quedaba esperar que durante la noche detuviesen la búsqueda. Estaba comenzando a quedarme dormida cuando escuché las voces debajo del balcón, a mi izquierda. Me asomé un poco y vi que dos de sus hombres estaban rondando el parque buscando en todos los rincones. Aquel lugar ya no era seguro. Me asomé por mi derecha y observé que el muro que rodeaba el parque, aunque ancho, estaba demasiado lejos para servirme de pasillo, tendría que saltar al suelo y confiar de nuevo en mis pies. Otro de los hombres se aproximaba con sigilo por el corredor que quedaba entre el muro y el balcón en que me encontraba. No había tiempo que perder, aún no me había visto. Salté y sin pensar en el dolor de las piernas al correr, bajé la cuesta de tierra ansiando encontrar la puerta del parque abierta aún. El hombre me vio y gritó a sus compañeros para delatar mi posición.
La puerta estaba abierta y pude salir por ella y continuar corriendo por la acera hacia abajo, un grupo de muchachos jóvenes cruzaban el semáforo y me agarré a la esperanza de que pudiesen ayudarme. Al fin y al cabo era una mujer en apuros, con unas lágrimas y una mirada de desesperación lograría que hiciesen frente a mis opresores. Me lancé hacia ellos y con pocas palabras les dije que unos hombres intentaban hacerme daño, que me estaban persiguiendo y que estaba aterrada. Los chicos me miraron sopesando la situación. Entonces los primeros hombres salieron del parque y comenzaron a gritar para detenerme. "Por favor" murmuré. Más personas se estaban reuniendo en el semáforo sin saber muy bien lo que estaba pasando. Entre ellos había un chico enorme, de pelo claro y ojos verdes. Me daba la sensación de que estaba formado por líneas rectas, sus hombros anchos, su cabeza cuadrada. Su miraba delataba que me conocía y eso me aterró de nuevo.
Tenía que volver a escapar. Mis perseguidores debieron notar mis intenciones porque se lanzaron contra mí sin tener en cuenta a los muchachos. Estos, sorprendidos por el arranque violento de los hombres, soltaron las carpetas que llevaban en las manos y se dispusieron a defenderme. No sé lo que pasó, enfilé la calle y comencé a correr siguiendo el muro del parque.
-¡Patricia, espera!
El muchacho enorme de líneas rectas corría detrás de mí. ¿Me conocía? ¿Quién era? ¿Por qué sabía mi nombre? ¿Debía pararme o seguir huyendo? Obedeciendo a un impulso me detuve y lo esperé en posición de defensa mientras recuperaba el aliento. Él se detuvo a unos pasos de mí.
-No te asustes, joder, Nuria me ha hablado de ti. Me contó lo que pasaba. Hay dos hombres más esperando al final de la calle. Te atraparán si continúas por aqui.
A su espalda veía la contienda que los muchachos y mis perseguidores estaban teniendo. Aquello era un callejón sin salida. No tenía ningún camino que tomar. Miré al chico de líneas rectas a los ojos verdes y me mordí el labio desesperada.
-Ese es mi coche-, me dijo señalando un auto gris aparcado a su izquierda- puedo llevarte a casa.
En ese momento un grito a mi espalda me hizo saltar de terror. Los hombres que me esperaban al final del parque se habían cansado de aguardar y venían hacia nosotros. Miré de nuevo al muchacho y después corrí hacia su coche. Abrió rápidamente y me metí en los asientos de atrás.
-Túmbate. No sabemos cuantos más hay en la zona-. ¿Dónde vives?-Me preguntó una vez que salimos con ruido de ruedas de aquella encerrona.
-No puedo ir a mi casa-.Susurré conteniéndome y me agarré la barriga.


Estábamos en una caja de nuevo. Escuchaba a los hombres recorrer las calles buscándome. Me sentía como un soldadito perdido en un laberinto lleno de enemigos.
-¿Quién te busca?- Me preguntó el hombre cuadrado.
Suspiré y le conté que hacía dos meses me había largado de casa de mi marido. Mi marido era el pirata que controlaba toda la ciudad y no había consentido que me marchase. Le dije que en realidad me había escapado de mi cautiverio. Yo no le quería. Él me poseía. Cuando el médico me dijo que estaba embarazada me di cuenta de que si hasta entonces las persecuciones habían sido el pan de cada día, ahora no tendría lugar en el que meterme. La red de contactos de mi marido era increiblemente poderosa, se enteraría de que esperaba un hijo suyo y no descansaría hasta encontrarnos.
-Ahora que me has ayudado has firmado tu sentencia de muerte.
Levanté mi camiseta y miré mi barriga plana como siempre. ¿Cómo podía haber ahí nada de vida?

29/10/07




-¿Y el poeta?-Le preguntó interesada- ¿Escribe desde la experiencia o es todo invención en el arte?
-Bueno verá, la poesía que atiende sólo a las pasiones no tiene ninguna validez y generalmente carece de lo que denominamos valor estético. La poesía debe trabajarse, pueden tardarse meses en escribir un poema,en decidir el ritmo adecuado, la posición adecuada de tal o cual palabra. Nada es gratuito en el arte.
-¿Entonces la inspiración no existe?
-Un experto señalaba que la inspiración debe pillarte trabajando.
-Nos engañan, entonces-.Murmuró entristecida.
-Ustedes se dejan engañar, es un pacto. ¿Confían igualmente en el novelista?
-Es diferente...
-¿Por qué?-Sonrió el poeta.
-Porque él no me hablaba de amor.

26/10/07




¿En cuál de esas me reconoces?
Si no existo,
si no existí...
sólo soy algo olvidado.
(de tí)



Sonría por las mañanas y desabróchese el botón del pantalón después de comer. Cante en la ducha por lo menos tres veces en semana. Mírese al espejo y dígase algo bonito. Saboree el chocolate. Escriba una carta de amor. Bese a alguien en la calle. Duerma la siesta los lunes. Y sobretodo, por encima de todo, lea un cuento antes de dormir.

25/10/07


A un soldado...
Bendita luz
se escapa
de tu boca,
hasta desnudarme
amor.
Recoge los sin
sabores, quiero
dormir
en tus piernas.
... del poeta.

24/10/07





A cuentagotas de palabras y abrazos en el sofá nacieron espacios, unas veces poéticos, otras absurdos. No importaba. El verso debe ser estático, no el verbo.






22/10/07


Recuerdo frases de cosas que soñé o que escribí. Recuerdo buenos comienzos y también juegos de memoria para que me diese tiempo a alcanzar un lápiz antes de olvidar ese verso perfecto. Recuerdo una comida quemada por un pequeño poema que me arrastró al salón a por un bolígrafo y el listín de teléfonos. Aquel cuento de la niña que era serpiente o soñaba ser serpiente se me olvidó mientras dormía una siesta y aún no me lo perdono. Siempre antes de dormir se me ocurren las mejores ideas y la pereza me hace olvidarlas por completo, luego me digo "sé que era algo genial", pero ya no existe. A veces soy capaz de dar vueltas a una idea durante meses, hasta que creo que es perfecta y la llevo al poema, luego la leo tranquilamente y me parece una estupidez. Otras veces una idea se me cruza por la frente y la escribo sin pensarlo, sin darnos tregua. Luego la leo tranquilamente y me parece una estupidez. En realidad hay pocos textos que me sobrevivan un año. Nos cansamos los unos de los otros o dejamos de reconocernos. Aunque siempre, siempre queda aquel poema que de pronto se aparece de entre otros versos, aquel que llega desde otra voz que me queda ya tan lejana, que me parece perfecto. Son las idas y venidas, supongo, del tiempo y la pereza.

18/10/07


- Disculpe. ¿puede decirme la hora?
- Ahora mismo...
- Llego tarde a algún sitio, pero no recuerdo a donde.
- Entonces está usted perdiendo el tiempo.
- No me lo recuerde.
- De la peor de las maneras.
- En efecto.
- ¿Y no se tomaría un café conmigo para apovecharlo?
- Ya le digo que llego tarde.
- ¿A dónde?
- No lo sé.
- Quizá llega tarde al café conmigo.
- ¿Está seguro?
- No dejo de repetírmelo.
- Quizá tenga usted razón.
- Suelen decirme lo mismo.
- Pero, disculpe, ¿eran...? No me lo dijo.
- Las seis.
- ¿Las seis?
- De la tarde.
- Eso lo tenía claro, por lo menos.
- Yo no tanto... ¿qué me dice?



-Cambia de cadena, es un pastelón...
- A mí me gusta.
- Haz un zapping a ver qué hay.
- No pienso ver una peli de miedo que luego me dejas sóla y me imagino muertos por el pasillo.
- (Él se ríe) Cambia.





16/10/07

háblame de amor,
y de palabras.


(ni si quiera sé si es mío)

15/10/07


Hoy soñé con cosas extrañas, como siempre, soñé que experimentaba veinte escenas de amor y que después me obligaban a volver a entrar en la máquina para experimentar diez escenas de odio. Eran menos, lo sé, pero me dio tanto miedo sólo pensarlo que me desperté de golpe.

Después soñé que caminaba por un bosque, entre las montañas, y corría agua cerca, de camino a una catedral de tierra enorme como el valle. En la puerta la gente esperaba para ir a una boda y a mí se me hizo de noche sin linterna, pero no tenía miedo, aunque el perro con cara de hombre me mirase desde la tapia.

Robé bolígrafos de cajas de cartón llenas de ceras de colores, y quise quedármelas todas y pintar círculos, pero no tenía tiempo para tantas cosas. Los espejos daban al restaurante y yo tenía que salir, tenía que volver a casa.

Y él, él no me quería lo suficiente.











Wendy ha estado cosiendo calcetines, tanto tanto que no le ha dado tiempo a salir de la casa del árbol. (suspiro)

3/10/07


Siento la piel llena de besos que me pesan y amenazan con no dejarme dormir. Nacen todos en el hombro izquierdo, como de súplica. Sé que nadie tendría la paciencia de librarme de ellos... sin tratar de devorarme.

2/10/07


dicen que fue por una batalla vieja, dicen que fue por maldecir de vuelo al mismo dios, dicen que por imitar a los ángeles sin serlo, por reflejarse en los charcos o por servir de montura a los diablos pequeños...
no, yo sé, yo sé que fueron condenados por repetirme muy quedo, con cada aleteo inalterable, tu nombre.

24/9/07

(y no existir más que a retazos porque ya no me recuerdas)


-Estoy tan triste.
-En un hada sólo cabe un sentimiento a la vez.
-Yo sólo tengo alas de libélula.
-Y boca.
-Pero pequeña.

19/9/07


No creo en dios, ni en las hadas. No creo en la magia, ni en la suerte, ni buena ni mala. No creo en fantasmas, espíritus, fuegos fatuos o cosas por el estilo. Puedo decir que para nada creo en los flechazos, no creo en el destino, las señales ni las casualidades. No creo en la bondad natural de las personas, no creo en el amor. (Dijo apagando el cigarrillo en el cenicero de cristal tallado)

Yo sí... (Susurró ella bajando los ojos a la taza de café humeante que rodeaba con las manos).

11/9/07


y luego me prometerás ausencias cortas y distancias,
me prometerás amarillos debajo del escenario
y un ramo de flores,
me prometerás ventanas sin cristal
para volar al universo.

Y yo te diré,
con voz de sirena,
sí quiero.

5/9/07


-Tienes algo ahí.
-¿Dónde?
-Ahí, junto a la boca.
-¿Aqui?
-Al otro lado.
-¿Ya?
-Mmm, no, sigue ahí.
-Pero, ¿dónde?
-A ver, espera.
-Oye, ¿qué hac...
-Nada, quitarte el beso.

4/9/07


Blancanieves soñó que despertaría y con la falda mojada preguntaría cualquier cosa.


Dibujaría porqués en su círculo impoluto.


Ningún príncipe alcanzó a descubrirle la boca.


Pobre niña, pobre niña tonta.

3/9/07


Londres se escribe en rojo, en el rojo de las cabinas y los autobuses, de los semáforos que siempre me llevan la contraria.
Londres tararea sonidos por las calles, sonidos de voces mezcladas en idiomas conocidos y desconocidos.
Londres guarda secretos en los rincones, secretos de calles colmadas de flores, de bares con las puertas llenas de trajes riendo después del trabajo, secretos de parques repletos de hadas y niños blanquitos.
Londres esconde rincones cargados de magia para sorprendente por cualquier calle por la que has pasado quinientas veces. Rincones con librerías diminutas, jardines antiguos y bancos dedicados a viejos amantes.
Londres alberga mil cielos: con nubes, cargados de estrellas, preñados de violetas al atardecer cuando la lluvia amaina y sólo nos queda nuestro reflejo en los charcos.
Londres tiene enormes ventanas de colores blancos y puertas azules o verdes, amarillas o rojas... como todo lo que siento.
Londres refugia en su seno árboles enormes que saben la historia de todos aquellos que anduvieron vagando bajo sus sombras, y las dicen muy bajito, como oraciones. Quizá mañana hablen de mí a los otros, a los inimaginados, los hombres futuros.
Londres, conociéndome incompleta, se queda con una parte de mí, muy pequeña, casi olvidada, que canta canciones de ausencia y posibilidad, canciones muy viejas.

12/8/07


Y con cada uno poder abrir
la puerta detras de la que te escondes
para traerte a qui, a conocer el mundo
donde me faltas, la ciudad que me descubre
amputada, acorralada en tu ausencia.

9/8/07


Londres se escribe en rojo
y solo encuentro charcos por las manianas,
cuando todo parece recien lavado
y los autobuses de dos plantas
me sorprenden rapidos en los semanforos.

24/7/07

inspiración antes de caer dormida recuperada a la orilla del mar con ciertas pérdidas


El calor era sofocante en los patios de la Alhambra. El sol calentaba cenital los edificios de ladrillos. Ella esperaba en la sombra pensándose seriamente si mojarse un poco en la fuente central. El agua la tentaba provocadora lanzando los chorros hacia lo alto.

Sentía su cuerpo pegajoso por el sudor. El vestido fino de verano se adhería a su vientre y los tirantes del empapado sujetador se le clavaban en los hombros. Hacía ya rato que se había desprendido del collar y el bolso descansaba en el suelo a su lado.

No había tardado en sujetarse el pelo para dejar la nuca descubierta, aún así sentía el cuello humedecerse con las gotas que le caían de la cabeza. Intentaba no moverse lo más mínimo, captar la más leve brisa amparada en el silencio del patio. Sentía que el aire pesaba. Ni si quiera las moscas se atrevían a acercarse, seguramente resguardadas en el fresco interior de los edificios, como los turistas.

Había quedado allí a las tres de la tarde y ya llevaba veinte minutos esperando. Se había prometido mentalmente marcharse pasados cinco minutos, pero dudaba de sí misma. Seguramente esperaría.

El sol hacía que sus ojos se cerrasen y el vacío en el estómago se sumaba a la incomodez del sudor. No podía dejar de soñar con la ducha con la que se premiaría al volver a casa, una ducha helada en la oscuridad del pequeño apartamento en el Albaicín. En realidad se trataba solamente del segundo piso de una vieja casona, pero lo había adaptado para dejar el taller en la planta baja. Era una construcción de muros anchos y ventanas pequeñas, con una gruesa puerta de madera. Tenía un patio interior lleno de macetas a imitación del de su madre, pero solían morírsele a menudo porque se olvidaba de regarlas.

Ahora le hubiese encantado poder llenar la regadera y volcársela por encima de la cabeza. Los chorros de agua comenzaron de nuevo a cruzarse sobre la fuente. No había nadie cerca, quizá podría acercarse, hundir las manos en el agua cristalina y humedecerse la nuca.

Esperó como un animal agazapado pendiente de su presa. No se escuchaba nada, sólo el agua, sólo... De pronto una sombra negra se movió a su derecha.

7/7/07


Lánzame a los perros
tú me lo decías
y no te quise escuchar,
ahora se me ha roto el vestido
de bailar a solas.

He perdido los tacones
en otro viejo cajón
que cerraré de recuerdos

Pero, ¿a quién voy a llorar
a quién voy a mandar
al fondo del infierno
donde no quedan palabras?

Lánzame a los perros
para poderme sentar
acurrucada en el suelo
echándote la culpa a ti
que me pintaste sirena.

No sé qué hacer
con todo lo que no puedo decir
ahora ni mañana

Pero, ¿quién se acordará
de mi vestido de fiesta?
si a nadie se lo enseñé
y las medias están llenas
de carreras de vuelta.

Parecía más fácil
cuando sólo soñaba contigo,
cuando tú querías bailar
y me decías bajito
poemas mentiras

A veces me voy de puntillas y no sabes por qué vuelvo con la manos en los bolsillos
y cansada de gritar.

He jugado a las películas sin final feliz a escondidas, para que otros me quieran por puro egoísmo
y pájaros en la cabeza.

Podría ser un poco más sencillo, sobretodo si te sitúas más a tu izquierda, a mí siempre me ha resultado más fácil cuando tenía el sol a un lado. Entonces sólo tienes que levantar la cabeza un poco, lo justo, para que las sombras te hagan eco. El viento suele ayudar, eso hace que el pelo baile teatral y convierte tu figura en esencia cambiante, como bajo el mar. Si confías en la suerte, pídele que comience a llover a mitad del proceso, en el cine siempre funciona. Cuando la primera gota caiga, recréate en el sonido a tu alrededor y alarga la escena, es mucho mejor estando empapada, calada hasta los huesos. Luego simplemente tienes que decirlo, decir adiós. Besar. Y marcharte corriendo. (Deseando que te detengan).
.
.
.
.
.
.
.
.
Porque me voy de viaje... y porque me siento como si estuviese diciendo adios para siempre y no sé a qué... qué ridícula calamidad...

28/6/07


no me supo mirar,
sólo tomó el camino
y se fue con pasos acompasados
recordándome salones con escenario
y boas de plumas azules.

los teléfonos lloraban palabras
cargadas de faltas de ortografía
pero yo continuaba allí
con el tic tac de las ausencias,
mustia en el otoño,
en el camino de tierra.

de nada sirve ya mi desnudez,
de nada los zapatos sin tacón,
sólo tomó el camino y se fue,
me lo dijeron dos gatos
mirándome como él.

pagaré la luz entre las ramas,
me quedaré a vivir aquí
donde no me pesen las paredes
ni me murmuren los cuadros.

Llenaré el cajón azul
de mi vestido largo
de hojas suicidas
y olvidaré cómo me llamo,
cómo me llamaba él,
para crearme un castillo
de derrumbes y de barro.

no me supo mirar,
sólo tomó el camino
y se fue con pasos acompasados.

27/6/07

espera


Habían llamado a la puerta, pero nadie subía las escaleras. Escuchaba ruidos en el lejano portal, pero el ascensor no rugía en su guarida. Me senté en la butaca de la entrada y observé el largo pasillo franqueado de puertas. La luz que llegaba desde la puerta abierta no alcanzaba el fondo tenebroso con el zapatero y la alfombra. Una corriente de aire comenzó a moverse entre la puerta de la calle y el balcón del salón. No se oía nada. Me pregunté si recordaría más adelante ese momento. Tengo tendencia a olvidar las cosas. Me pregunté cómo recordaría la casa de mis padres cuando viniese con mis hijos, si acaso podrían existir. Los imaginé peleándose y jugando a la pelota en el pasillo. Dando portazos en persecuciones nerviosas. Y me imaginé llamándoles la atención con enfado, siendo reprendida por mi madre que los tendría siempre al amparo de sus faldas. Casi los vi correr, a los dos. Ella llevaba una falda de pana granate que le llegaba hasta las rodillas y un jersey blanco de cuello vuelto con un broche de flores en tonos rojos. Tenía el pelo largo y motoso, recogido con un pasador, pero se le soltaban los mechones. Agarraba entre las manos una muñeca, quizá un muñeco, al que arrastraba por el suelo. Le sacaba una cabeza a su hermano, que le había cerrado la puerta en las narices. Él tenía el pelo claro y los ojos marrones, la camiseta de rayas de manga larga se le había salido del pantalón azul de pana y sus mejillas estaban encendidas por la carrera. El sonido del ascensor me sobresaltó, como unas tripas quejándose de hambre. Qué oscuro estaba el pasillo. Los niños ya no estaban y dudé si los había visto. Me puse de pie y me acerqué a la puerta abierta. De pronto me sobresalté preguntándome si había mirado hacia el futuro o hacia el pasado.

25/6/07


Son míos. Sus versos. ¿Lo sabe verdad? Disculpe, pero tiene que aceptarlo, desde el momento en que salieron de sus labios para caer en mis manos ya no dicen lo que quiso, sino lo que yo quise escucharle. Pero entienda, no a usted, sino al otro, a aquel otro que imagino y que me habla por voces de poetas. Y puede que usted pensase en la armonía y le hablase en femenino con términos decididamente dulces, pero a mí me supo a declaración de intenciones de ese otro creado para amarme. Por eso son míos sus versos, y no sé cómo convencerlo... está usted tan equivocado al hablar de su sentido, escuchó usted con tan poco interés los dictados que esa voz universal -pensando en mí- le hacía, que no supo comprender que no era eternidad de lo que hablaba, ni paisajes cosmopolitas, no era de aquel recuerdo de su infancia, ni de su paraíso artificial, eran...


Sólo eran las excusas que él encuentra para hacerme engatusar.

20/6/07


Permíteme
cederte el paso y sonreír
sólo por el puro placer de complacerte,
aunque sepas que no me corresponde,
que no me es natural,
que me desnuda un poco de lo que defiendo.
Permíteme, sencillamente,
quitarte ese mechón de la frente que se escapa,
besarte un poquito en la comisura de los labios
y acariciar cada palabra que dejes aquí,
junto a mi ombligo,
con dedos que ojalá fueran de pianista.
Permíteme decir mil veces,
más de mil veces,
que no puedo parar de reír,
que no puedo contener los impulsos infantiles
que me hacen vulnerable.
Eres tan perfecto ahí,
quebrando las leyes de la gravedad...



Que me olvido de todo y de nada, y se me quedan en flor las ganas de gritar y llorar, de acurrucarme.

18/6/07


¿Qué configura la esencia de un héroe? ¿Qué marca las diferencias entre esa persona única y las demás?
El silencio pesado golpea el suelo reafirmando la gravedad. Cada paso significa un segundo en el espacio, un eco interminable que define todas las paredes del callejón oscuro. Los enormes edificios a ambos lados se levantan como tributos inútiles, ciegos, del progreso, del desilusionador progreso de la humanidad. La primera gota de lluvia arranca un gemir metálico a las escaleras de incendios. Pronto el ruido será atronador en el solitario corredor…
¿Solitario? La única farola encendida chisporrotea y se apaga.
La oscuridad. El monstruo que devora todas nuestras seguridades y nos desprotege en sueños. La oscuridad. El drama del insomne arrinconado frente a la noche. La madre de las pesadillas y la fragilidad de nuestras convicciones. Se apodera de todo. Pero no de él. ¿Qué marca la diferencia entre esa persona única y las demás? ¿Qué hace que en este escenario no vacile?
Batman levanta la mirada al cielo y siente las gotas de lluvia golpear contra la parte descubierta de su rostro. Sonríe extrañamente. Está en su elemento. La oscuridad lo ampara, lo protege, lo perdona siempre a él, su favorito.
Ya no escucha el ruido metálico de la lluvia contra las escaleras. El chisporroteo de la farola no llega a su conciencia. Las sombras están llenas de secretos para él, son mapas que predicen el futuro. Ahora sólo están él y los pasos silenciosos que se acercan a sus espaldas.
Si lo pensáis estaréis tan convencidos como yo, nada podría ser más perfecto que este momento, nada más admirable que el arco que traza la capa negra en el espacio cuando el héroe gira sobre sí mismo y lanza sus armas. La lluvia ha desdibujado su linealidad al cruzarse con el cuerpo del héroe y un gemido breve hace volver el ruido del agua sobre el metal, el chisporreteo de la farola que vuelve a encenderse.
La luz amarillenta brilla en el charco escarlata que rodea el cuerpo inerte del hombre. ¿Por qué no disparó cuando tuvo la oportunidad? Nos preguntamos observando las pistolas que el infeliz aún sostiene entre sus manos crispadas. Quizá no vio la sombra que lo aguardaba amparada por la noche, quizá no entendió el silencio repentino, quizá sólo era su hora y nada más tiene por qué explicarse. Sólo puede parecernos ridículo.
Batman rodea el cadáver y se adentra de nuevo en el oscuro final del callejón sin salida. La puerta entreabierta del edificio que lo observa a su derecha no hace ningún ruido al abrirse. El héroe no vacila, conoce los pasos precisos que tiene que dar, el camino seguro que tiene que seguir y la oscuridad, el silencio, el frío no pueden pararlo, nada significan. Abre puerta tras puerta, sube escalones, rodea esquinas, recorre pasillos.
Y allí está.
¿Qué configura la esencia de un héroe? Volvemos a preguntarnos cuando los ojos azules de la niña nos golpean como faros en la penumbra. Cuando sus brazos níveos rodean el cuello fuerte de Batman y su carita húmeda se apoya en su hombro.
¿Qué configura la esencia de un héroe? Tranquila, todo está bien ahora. Afirma con su voz grave. Lo sé, susurra la criatura.

17/6/07


Raquel cerró el bolso definitivamente vencida. Si no había lápiz de labios era imposible la victoria. Volvió a mirarse en el espejo y sonrió con fingida complicidad, tan fingida que ni si quiera quedó convencida y con gesto agrio se sacó la lengua. El manillar de la puerta del baño estaba húmedo. Se limpió la mano en la falda de tubo y se marchó resoplando.
La cafetería estaba atestada de gente. Los domingos por la tarde muchos decidían escapar de la rutina de un televisor cargado de deportes y películas de serie b. Podría haberse quedado a leer otra novela rosa, en pijama y comiendo helado, al más puro estilo americano, pero había decidido retar al apático domingo.
Se sentó de nuevo en la ridícula silla de diseño y miró a su alrededor. Chicas charlando en alegres grupos mientras cotilleaban sobre cualquier tontería, una pareja comiéndose la boca con inocente descaro, matrimonios con niños que corrían sin piedad por el local y algunos hombres con traje de chaqueta que parecían haberse escapado de una boda comprometida. Era el último café que se tomaba. Cinco minutos más y se iría a casa a volverse a duchar, a rendirse.
A las siete pedía un taxi y se quitaba los zapatos. Malditas interminables tardes de domingo. La próxima vez iría a comer con sus padres.

15/6/07

Imaginaria
ilusoria
desmembrada
falta de verdad
dividida
fantasmagórica
fantástica
ancestral
definitiva
mentira
posibilidad
voladora
quieta
soñable
sensible
narrada
marina
desgraciada
-pero sólo a ratos-
murmurada
pintadada
descrita
desnuda
recorrida
recorrible
besada
mutilada
-sobretodo de ilusiones-
sonriente
avergonzada
diminuta
frágil
ciega
acelerada
tentable
cristalina
acristalada
muda
torpe
despistada
medieval
irritable
risible
susurrante
dramática
-melodramática-
referida
autonombrada
disipable
amante
infantil.


y muchas cosas más que ahora no salen.

13/6/07


Entonces, cuando todo parezca sencillo, cuando los columpios dejen de chirriar y se callen todos los grillos, acuérdate de mí. Del viejo jardín y mis latidos. De mi cuello y mi cintura -tuya siempre y las caderas-. De lo poco que me gusta trasnochar y de la boca entreabierta recién levantada. Cuando los libros se hayan llenado de polvo y los zapatos suenen mal a cada paso, cuando los silencios sepan a segundo plato, acuérdate de mí. Que yo supe aprender a mirarte más allá de las pasiones, más allá de los secretos tristísimos de fruta temprana, supe ver donde estabas agachado y temeroso. Supe, yo supe lo que eras más allá de ti, pura trascendencia diminuta con pasos hacia delante, hacia todos lados, hacia mí, a través de mí. Cuando me conozcas en las fotografías como la que era, cuando escribas canciones para conquistar mi corazón demasiado tarde, cuando tiñas de marrón las camisetas en el baño del pasillo y llores sin perdonarte tantos días sin llorar, entonces, acuérdate de mí. De los caminos que tracé hacia ninguna parte desde la mecedora gastada. De la piel de las muñecas y los besos en la nuca. Que yo supe desnudarte de pura tontería tarareando cosas que no podías comprender. Supe, yo supe...



Como siempre demasiado para hacernos bien.

7/6/07

Él lee mis cartas de amor y si le digo bajito “prometo volver”, no desconfía. Nunca nota las distancias y siempre tiene caricias, millones de caricias, recogidas para mí. Sabe besar, salado y tierno, cuando me tumbo en su orilla y entierra mis pies sollozando para que no me marche, pero siempre, siempre, por mucho que le duela, me deja volar. Cuando me duermo, me arrulla. Cuando despierto, me hace tararear canciones de sirenas y ¡no sé por qué las conozco!, debe recitármelas en vela cuando sueño. Le escribo palabras en la piel, con mis dedos mojados, palabras que sólo entendemos los dos y a veces nos reímos al decirlas. Le encanta tenerme y agarrarme por la cintura, a mí solita, entonces promete en silencio eternidades que nunca conoceré, ansiando que duraré para siempre, aunque sea mentira. Conoce los poros de mi piel que lo necesitan, recoge mi pelo, lo expande y reparte cuando me dejo llevar a su mundo de ir y venir dentro del vientre. Me pinta sonrisas con sólo aparecer en la distancia y juguetea con mis sandalias si me alejo demasiado. A veces se acuerda de otras que vinieron a tomarlo y entristece embravecido con llanto tremendo, “ahora estoy yo”, lo mezo tranquila y aterrada entre sus manos voraces, “ahora estoy yo”, hasta que suspira lívido y me pide perdón con conchitas marinas. Viene luego a hablarme de tesoros con voz profunda y serena, sólo para tentarme, aunque sabe que no sirve para nada, que no podré nunca abandonarme para siempre entre sus aguas.
(Me escapo unos días a enamorarme del mar)

6/6/07


Prefiero mil veces el gesto trágico, casi teatral, de abrir un paraguas con la mano y recorrer el mástil mientras se alza el barco sobre mi cabeza con su vela dulce, al disparo rápido y sonoro-seco de presionar un botón y hacer saltar el paraguas como un prohibido amenazante. Así, los besos lentos de la lluvia calma son como caricias que dejan mi rostro para abrazar mi paraguas, y cada gotita salta disparada del trampolín que me cubre hasta la punta veloz de mi zapato derecho, como por sorpresa. Y puedo, ocultar mi mejilla bajo los lunares de mi media luna, o llevar el paraguas como capa, dándole vueltas tentando a la suerte. Sólo si abro el paraguas puedo navegar los charcos sin sentirme grande, puedo suspirar desde los hombros y mirar las cascadas a mí alrededor haciéndome la aventurera. Si le diese al botón, si todo dependiese de un botón negro y rugoso junto al mango de madera o plástico –mucho más terrible-, entonces el paraguas quizá pudiese replegarse y encerrarse en un bolso, o ser negro, o invitarme a llevar zapatos con los cordones atados, o invitarme a temer… a temer la lluvia.

5/6/07

RECONSTRUCCIÓN (hay finales más bonitos)


Wendy sacó la espada ensangrentada del cuerpo muerto. ¿Por qué lo había matado a él y no a Peter? La brisa, que había soplado cálida toda la tarde, comenzó a volverse helada. Wendy dio la espalda al cadáver y apuntó con la espada a Smee, que temblaba de pies a cabeza anclado en un tartamudeo que no acababa de salir.

-¡Quítale la chaqueta!-Ordenó imperiosa.

Smee se arrodilló y realizó torpemente la tarea que se le había encomendado. Primero el brazo derecho, después el izquierdo. Sus manos bailaban agarrotadas por el frío infernal que se estaba asentando sobre cubierta. Cuando hubo terminado se plantó ante Wendy levantando la chaqueta escarlata. Con un placer inimaginable, la pequeña niña hizo que el viejo pirata la vistiese con ese nuevo disfraz.

-¡Patanes!-anunció con una sonrisa cruel en los labios-. ¡El Jolly Roger tiene un nuevo capitán!

Los piratas se estremecieron de pies a cabeza, y no sólo por el aire helado. El mar comenzó a golpear la nave con violencia y Wendy, llena de júbilo, rompió a reír con descaro. ¿Por qué había matado a Garfio y no a Peter? La respuesta era bastante simple: la pequeña niña no sólo quería clavar un cuchillo en la carne de su enemigo, quería clavárselo en el centro del corazón.

-Esta vez-dijo limpiando la sangre de la espada en su blanco camisón-, o Peter o yo.