27/4/18

-¿Vas a abrirte el pecho?
-Para sacar el barro o la luz. 
-Para sembrar o para cegarme. 
-No, para arrasar conmigo, para arrancar la flecha bajo el barro o la luz. 
-Ten mis manos, que tiren de la flecha. 
-Que desaten los nudos. 
-Que tiren de la flecha. 
-Y tu boca. 
-¿Para qué quieres mi boca?
-Para cerrarme luego, como un niño.
-Por la sanación del beso. 
-Por el beso tras el ruido. 
-Tras el barro.
-Y tras la luz. 




17/4/18

has encendido el fuego
lo has encendido
ahora bailas descalza
como loca
como loca levantas los brazos
te quieres quemar
te quemas
pobre el colibrí que sacrificas
pobres los relojes
pobre de mí:
te veo arder
con más fuego entre las manos

16/4/18

a mí me pasa que la muerte
se me engancha en los zapatos
y por más que los sacudo,
por más que los ensucio,
no se me borra su imagen
del charol.
dime, muerte,
¿dónde miras?
ya no necesito un nombre
he bajado al abismo florecido
y una luz cegadora
me ha roto en dos el pecho
ya no hay palabra
que pueda contenerme.

5/4/18

me ocupo
de decirle al día
que tome su lugar
en el calendario,
de ordenar
las nubes en los mapas
y mecanografiar
el nombre de las listas.
me ocupo de repasar
la línea del antes
que separa al después,
de generar acentos
para tus vocales tónicas,
de respirar el aire
que se escapa de los ascensores
como un rugido mudo.
es mi deber
guardar las frases
bien dobladas,
airear el café por la ventana,
multiplicar los charcos.
me ocupo del tiempo
que no vuelve
y del que vendrá
-sin hacerlos diferentes-.
esparzo el trigo
en las reuniones,
blando paraguas acostumbrados
a la oscuridad,
invento flores.

hago estas cosas.
siempre.
sin pensar.


lo que te entrego,
que crece en las ramas de ese mundo
construido por los dos al elevarnos,
no calma la sed: la eterniza;
no quita el hambre: la azuza;
no apaga el miedo: lo eleva.
mi ofrenda no seduce a ningún dios:
la muerte llega.
y en el segundo, la victoria.
lo que te entrego es hoy,
ahora, un canto de begonia y luz
que tú escuchas, sonriendo,
con los ojos cerrados.

el pájaro mueve las alas:
pía.
me detengo.
pauso, bajo, el mundo,
tarareando números:
mi nana dulce
de jaula quieta.

lento, lento, gorrión,
cariño mío,
un, dos, tres, cuatro,
gorrión, lento.

después respiro.

más tarde cantamos,
los dos,
sincronizados,
cuando el día se ha deshecho
y la mano tibia
me acaricia:
estás aquí.
estás ahora.
desde el pasillo se oye el reloj del salón adelantado, unos segundos, al reloj de la cocina.
en una balda, de la estantería, un reloj late en su caja.
dos relojes, en el hueco de la cama, hacen su trabajo con el tiempo
-que no pasa igual tan lejos de la calle-.
los ordenadores
tienen dentro un reloj.
los teléfonos,
el horno tiene.
el cuerpo
tiene dentro un reloj.
como las plantas,
como la tierra,
como el dios de las ardillas y los alces.

somos y media, tú y yo, en el recuerdo del tiempo,
en el ahora.
en el mañana,
aunque los números se repitan en secuencias perturbadoras.
y media. tú y yo.
parados juntos.
¿te acuerdas?


la belleza pide pan
y yo estoy encerrada
entre cuatro paredes monstruosas
sin ventana por la que asaltar el mundo

miro y mis ojos no ven
hablo y mis palabras se quedan vacías

hay rastros de otras voces en el viento
que recorre las habitaciones
de la casa a la que nadie quiso ir

cuando mis dedos
golpean las puertas
y mis manos se aferran
a los interruptores
la quietud de un mapa olvidado
me sorprende.

quiero una soledad para sentirme sola,
para escribirte.
no  quiero correr
siempre en la misma baldosa.