22/9/22

Imagino una casa a la orilla de un río:
es blanca y tiene la puerta roja,
-como tu herida-.
Allí te abrazo mientras cae el sol,
preparo una infusión, te
peino el pelo, hablamos
de los niños en un susurro 
lleno de fantasmas.
Sé que no sirve de nada; 
que, a la vez, 
sirve de todo.
Podemos encender la chimenea
para alejar el frío
y también podemos guardar silencio
-un silencio líquido,
vacío de preguntas-. 
Yo susurreré que tienes las manos heladas
y tú dirás
"el mundo se ha helado hoy, amiga".
Lloraremos lágrimas de las dos
sobre pañuelos bordados.
Así aguardaremos
a que vuelva a abrirse
el día.

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