El escenario es desacertado para el egoísmo de sus miserias. Aún así, aúlla. Y en su grito no encuentra la urgencia deseada. Se siente tan prosaico, tan normal, que se avergüenza. Sacude su chaqueta, coloca su camisa.
-Dormir y callar, dormir y callar -recuerda.
Sus pasos, monótonos, ni siquiera parecen elegantes.
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