de la batalla de mi día
-o de los días o de las mil
batallas de los otros
que acabo haciendo propias
por no sé qué defecto inusual-,
es limpio, bueno, verte
coserme las heridas
con dos o tres palabras
y el beso de reserva
-de aquella tarde lenta
en que vencimos
sobre todos los demás-.
2 comentarios:
Para peor, las batallas nunca se acaban.
Suerte,
J.
...muérome!!
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