el mar está sobre nuestras cabezas
dices eso, hablando de reflejos y de luz.
no me importan las teorías. yo
abro los ojos como un niño y clavo
todo lo que soy en ese cielo. convencida
por un instante breve -mientras ríes-
de que mi corazón con vistas apuntaba
hace ya tiempo a este minuto
de estúpidos descubrimientos en que,
por fin, se justificasen mi falta de memoria
y mi alma de sirena caprichosa.
Nada justifica nada, ni a nadie.
ResponderEliminarExcelente poema.
Saludos
J.