salmo 44
desapareció el puerto de ofir
y con todas sus riquezas
el oro y plata en tus manos.
en el embarcadero
cuna de pavos reales,
sándalo y marfil
no podrás despedirme
ni jurarme: vida mía,
con promesas de palacios
rubíes y perfumes.
(ofir la ampulosa
ya no consta en estos mapas
y su dueño vaga tierras
como un loco).
¿de qué sirven tus tesoros,
rey herido, si pereces
hombre solo entre tus cosas?
¿de qué sirven jade y nácar
cuyo precio me doblaba
sin esfuerzo?
Ya no hay velas
arribando a tus dominios
y el néctar que bebimos
lo disfrutan otros hombres
(menos ricos, menos necios)
en mi lengua.
Es extraño pero he podido leer este texto oyéndolo en tu voz.
ResponderEliminartiene un ritmo endemoniadamente hermoso...
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