Entonces le pregunté por todas esas cosas que escribía, si eran para mí, si mi nombre habitaba en sus pronombres y al decir ella me reclamaba. Guardó silencio y yo me callé también, incapaz de decidir si otorgaba o negaba con su gesto. Cerré los ojos frente al cielo. La luna, entre nubes, trepaba a velocidad de vértigo. Sus dedos se perdían en mi pelo, devolviéndome al mundo.
Qué habrá querido decir?
ResponderEliminarVaya incertidumbre. Me ha encantado la imagen de la luna trepando por el cielo!
ResponderEliminarTe dejo un beso y un abrazo.
A veces me pregunto si alguien escribirá sobre mí, o qué escribirían sobre mí si lo hicieran. Casi que mejor dejo de preguntármelo.
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