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24/6/09


Arrasó sin contemplaciones, con su boca, el camino acostumbrado desde mi clavícula a mi mandíbula de gacela.

-¿Has descubierto ya que nadie te va a querer como yo? -murmuró con sus labios rozando levemente mi oreja.
Asentí ofreciéndole mi cuello de nuevo, consciente de que sólo tenía aquel momento.

-Entonces -insistió-, ¿por qué no vienes ya conmigo? -trató de seducirme acariciándome con su nariz perfecta.
-Porque no quiero morirme todavía -gemí imparcial, sintiendo su frustración contra mi pecho, consciente de que volvería a marcharse, de que volvía a elegir quedarme sola. ¿Qué ocurriría cuando cediese por fin?

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