le acaricié las fauces al león,
sacrifiqué mi vuelo por héroes olvidados,
bebí las lilas amarillas de la muerte,
dancé encendida en la cresta del mar
y desnudé mis manos contra las hespérides.
por amarte no comí la manzana,
elegí el beso y una rutina de luz.
poco a poco vuelven a crecerme alas.
Aquellas alas que nunca,
ResponderEliminarjamás,
debí dejarme arrancar...
Saludos,
J.